No, no se
trata de un error de título. Sigue leyendo y lo entenderás…
¿Son los grandes maestros del Arte
tan grandes porque son irrepetibles? ¿Han sido siempre originales, creando un
estilo totalmente nuevo, o han libado de los artistas anteriores, parasitando de
ellos ora los temas, ora alguna figura? Nihil novum sub
sole, que para los que no saben latín quiere decir que nada hay en el
mundo que sea del todo nuevo, y que la materia no se gasta, sino que
se transforma, al igual que la inspiración de los artistas, que muchas veces se
alimenta de las obras de otros. Para ilustrar este comienzo hemos elegido un
conocido cuadro de Velázquez, cuyo título oficial es La fábula de Aracné (Prado, Madrid), aunque todos lo
conocemos por Las hilanderas. Lo que cuenta se resume así:
Aracné era una mujer muy hábil tejiendo, pero algo bocazas. Un día
se le ocurrió presumir ante sus amigas de que no había sobre la tierra nadie,
mujer o diosa, que pudiese competir con ella con la rueca y la lanzadera. La
diosa Atenea aceptó el reto y ahí
tenemos a ambas mujeres –Atenea
disfrazada de mujer mayor a la izquierda y Aracné
de espaldas y con blusa blanca a la derecha- trabajando afanosamente en tejer
un tapiz con el tema de El rapto de Europa, argumento que, hoy al menos, no vamos a
explicar.
Velázquez,
por su parte, era bastante descreído en lo tocante a los dioses y las diosas y
le gustaba representarlos de forma natural y casi vulgar, sin aspavientos ni alharacas.
Además, nada de Monte Olimpo, sino que ambienta la escena en una polvorienta y
sombría sala de la Real
Fábrica de Tapices de Madrid. Como es lógico, el certamen lo ganó
la diosa que, para castigar a la atrevida Aracné, la convirtió en araña –de ahí su
nombre- obligándola a dedicar toda la vida a tejer por las esquinas de los
salones.
Pero, ¿y la copia?
Copia copia no es, pero inspiración fuerte sí. Velázquez pintó esta obra casi al
final de su vida, después incluso de Las Meninas.
Mientras tuvo cargos en palacio viajó dos veces a Roma como emisario del rey.
Allí pudo observar y admirar –la Ciudad
Eterna era entonces el centro artístico del mundo- el techo
de la Capilla Sixtina y
seguramente manejó grabados de los diferentes grupos y figuras que lo llenan.
Entre ellos encontró esta pareja de “ignudi”
o jóvenes desnudos –imagen adjunta- que separan unas escenas de
otras. ¡Qué
suerte! –pensó el pintor- ya que estos
personajes, convenientemente maquillados, me sirven para las posturas de las
dos mujeres principales –Atenea y Aracné-
de mi cuadro, que me trae mártir. Suavizo un poco los músculos por aquí, cambio
esta mano por allá, ajusto la rueca a una y la devanadera a otra, les pongo las
vestimentas apropiadas et voilà!
Y así lo hizo.
Observad con atención el gran parecido entre las figuras de Velázquez
y las de Miguel
Ángel. Sólo en la postura, claro. Todos lo demás, las otras mujeres,
los instrumentos, la escalera, los cortinajes y otros detalles fueron tomados
del natural. Bueno, todo no, porque el tapiz del fondo está copiado de un
cuadro de Tiziano,
llamado El rapto de Europa, cuya
historia sigo negándome a contar.
¿Y el gato que
dormita junto a la pierna de Atenea? Ese es un misterio sin resolver. Quédese
en el baúl de los arcanos…
Realmente el cuadro que da inspiración al tapiz del fondo en la obra de Velázquez no es de Tiziano, sino la copia de Rubens. Es practicamente el mismo pero fue el de Rubens el que verdaderamente conoció Velazquez tras coincidir ambos artistas en un mismo estudio después de que Felipe II invitara al pintor alemán a su corte. Buena entrada :D adoro este cuadro pues auna el mito de aracne con Velázquez y Rubens
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