viernes, 23 de abril de 2010

46 / PERDIERON LA CABEZA



--------Cuando el joven Carlos V, hijo de Juana la Loca y nieto de los Reyes Católicos, vino de Flandes para tomar posesión del reino, nunca anteriormente había pisado suelo español. Y, para colmo, desembarcó con un séquito de gorrones y aduladores extranjeros que le seguían a todas partes, aguardando la oportunidad de obtener dinero y poder. Y claro, algunas de las regiones españolas, que esperaban al nuevo rey como a agua de mayo, se sintieron molestas y desconcertadas. ¿Iban a venir extranjeros a gobernar uno de los reinos más antiguos de Europa? ¡De eso nada! Pronto comenzaron a aparecer en las fachadas de las iglesias pintadas que decían literalmente: “Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que un tan noble reino sea gobernado por quienes no te tienen amor”. Entre las varias rebeliones que hubo, la más sonada fue la de los Comuneros de Valladolid que, tras hacerse fuertes en el castillo de Torrelobatón, fueron derrotados en Villalar y sus líderes decapitados.
--------Y ahora entremos ya en nuestro campo, el Arte. Antonio Gisbert, natural de Alcoy, pintó por encargo este cuadro que representa el momento de la decapitación de los jefes comuneros, Padilla, Bravo y Maldonado. Juan Bravo ya ha sido ajusticiado y el ayudante del verdugo está cortando la cuerda que le sujetaba las manos, mientras el verdugo en persona muestra la cabeza al populacho para que sirva de escarmiento. Juan de Padilla -que actúa como eje de simetría y figura central del cuadro-, a pesar de tener ante sí el cadáver de su compañero de revuelta se mantiene firme en su postura, desoyendo los consejos de los dos frailes que intentan prepararlo a bien morir. Dice la leyenda heroica que aún tuvo tiempo de decir al ajusticiado antes de serlo: “Señor Juan Bravo, ayer fue día de pelear como caballeros y hoy lo es de morir como cristianos”. Esto es entereza y claridad de ideas y lo demás son cuentos...
--------Juan de Padilla sigue erre que erre en sus trece, con sus brazos cruzados, su chaquetón de piel, sus calzas bordadas en oro y su botas altas; por cierto, ¡qué botas! Un trozo de pintura digno del mejor Velázquez en colorido y volumen. Afronta la muerte con gallardía, sin temor y sin el menor gesto de duda. Pronto su cabeza será un espectáculo para la masa de gente que llena la plaza.
--------Maldonado, con las manos atadas a la espalda, espera serenamente su turno. Tampoco el fraile adjunto tiene mucho que hacer. Los tres ajusticiados son otros tantos escalones del proceso de la decapitación. Uno espera, el otro está a punto de y el tercero ya la ha sufrido. Una especie de dibujo animado conceptual con contenido macabro y con su punto de heroísmo.
--------Las botas de Padilla son, ciertamente, un portento de dibujo y de textura, pero, para mí, lo más llamativo de esta obra son las manos: manos que cortan las cuerdas, manos lívidas del cadáver, manos frailunas que exhortan inútilmente, manos que sujetan y marcan un libro, manos que animan y consuelan. Pero ¿y los trajes?, ¿y la paja del suelo?, ¿y el paisaje de fondo?, ¿y los pliegues de los hábitos?, ¿y los tejidos de seda?, ¿y...?
--------Realmente, si tuviera que elegir, me resultaría muy difícil decantarme por cualquiera de los detalles. Pero, lo confieso, esas botas de Juan de Padilla me tienen fascinado...

sábado, 17 de abril de 2010

45 / UNA JUDITH Y LA OTRA




--------Gustav Klimt dedicó su vida entera a amar a las mujeres y a pintarlas. Mientras las pintaba, las amaba y las embellecía, estilizándolas hasta el límite de lo imposible. Pero además de retratar a las mujeres a las que amaba y con las que se acostaba, como buen hijo del Simbolismo echó mano en ocasiones de los emblemas femeninos de principios del siglo XX, heroínas capaces de dominar al hombre a su antojo. Uno de estos emblemas, junto con Salomé, Ofelia y la Dame sans Merci, fue Judith.
--------Judith es un personaje sacado del Antiguo Testamento y que, además, tiene en él libro propio. Liberó a su pueblo del asedio de Holofernes, general del ejército enemigo, utilizando para ello sus mejores armas: su encanto, su belleza y su inmenso poder de seducción, su sex-appel. Cuando lo hubo enamorado y emborrachado, le cortó la cabeza. Este último detalle es el que propicia que, en ocasiones, sea confundida con Salomé, la hija de Herodías, que luce en el arte la cabeza de
Juan Bautista.
--------Klimt
hizo dos versiones distintas de este bellezón. La primera –la de arriba, de la Österreichische Galerie de Viena- causó un escándalo tremendo en la sociedad de su tiempo. Nunca había sido representada así una mujer de la Biblia, que se supone debía tener un cierto toque casto y recatado, si no devoto. Con melena a la última moda y con una ancha gargantilla de oro, nos muestra parcialmente su trofeo –la cabeza del hombre después de la decapitación-castración. Para conseguirlo se ha visto obligada a echar mano de su hermosura atrayente, erótica y seductora. Y está orgullosa de ello, como indica esa sonrisa que esbozan sus labios. Nos mira desafiante, sin intentar en ningún momento ocultar su pecho joven y terso, mientras acaricia con delectación la cabeza amoratada de Holofernes.
Es la viva imagen de la liberación sexual y de la venganza de género.
--------
La segunda imagen de JudithGalleria d’ Arte Moderna, Venecia- es como otra vuelta de tuerca con respecto a la anterior. La mujer seductora y atractiva se ha convertido en ave de presa, en fiera devoradora de hombres. Tras la decapitación, y llevando aún el trofeo colgado de su mano izquierda, se entrega sin disimulo al disfrute del éxtasis vampírico, del orgasmo sangriento. Sus ojos semicerrados y perdidos, su boca entreabierta y sus manos crispadas como garras así lo demuestran. En ningún momento intenta disimularlo.
--------No es sólo la mujer depravada, la femme fatale que busca el placer por encima de todo. Es la mujer depravadora, la hembra-pecado cuya belleza, en la proximidad, llega a ser letal para el hombre. Es la vampiresa hambrienta de sangre, la fiera voraz con permanente apetito, la mujer diabólica. Su figura, muy estilizada para adaptarse al formato exageradamente alargado del cuadro, su pecho pequeño y puntiagudo y el color pálido de su piel así lo corroboran. Flota entre gasas y tules, pero es totalmente real –no un fantasma virtual ni un mero objeto artístico- y puede estar esperando al hombre para acabar con él de mil formas, cada una más refinada que la anterior.
--------Todo muy decadente, muy simbolista, muy a caballo entre el XIX y el XX. A lo lejos se oyen cantos de sirenas. De sirenas modernistas, claro...

lunes, 12 de abril de 2010

44 / UNA LEYENDA ROMÁNTICA



--------Volvemos de nuevo los ojos a Murcia, a nuestra tierra y a nuestra tradición.
--------La Catedral de Murcia tiene dos joyas indiscutibles e insuperables: la fachada barroca de Jaime Bort y la Capilla de los Vélez. Otra curiosidad es la cadena que la rodea por el exterior aunque, sin duda, entra más de lleno en lo anecdótico.
--------La Capilla, maravillosa joya del gótico tardío, es en su interior como una puntilla, pero hecha en piedra en vez de con hilo de bordado. En ningún sitio como en ella se puede percibir el horror vacui -el miedo al vacío- de los escultores tardogóticos que, plenamente dominadores de su oficio y con ganas de lucirse ante la nobleza y el pueblo, eran capaces de no dejar ni un solo resquicio de las paredes –foto de arriba- ni del techo –foto de al lado- sin decoración. Los motivos florales se alternan con los geométricos y los ajedrezados, a la par que se van combinando con los escudos de la familia Chacón y Fajardo, marqueses de Vélez y propietarios de gran parte de la comarca.
--------Ya el pórtico es una auténtica celosía tallada en piedra que sorprende a quien se acerca. En el interior existen varios púlpitos a diferentes alturas, acordes en tamaño y decoración con el rango de los predicadores que los ocupaban, de abajo a arriba. En el más alto de ellos, casi rozando la bóveda del techo, hubo hasta la última restauración de la Capilla, llevada a cabo en la década de los 80, un esqueleto real que fue retirado por su mal estado de conservación. Ignoramos si estos restos dieron pie a la leyenda o si fue ésta quien justificó la presencia del esqueleto in situ. Pero ahí va.
--------Cuenta la tradición popular que la hija de los Marqueses de Vélez se enamoró –y era correspondida- de un joven de rango social muy por debajo del suyo, por lo que fue rechazado por los padres, ansiosos como estaban de ampliar su fortuna uniéndola con otra similar. Despechado, el joven ingresó en un convento y la muchacha fue prometida a otro joven, esta vez de origen noble. Para la boda de ambos, celebrada –cómo no- en la Capilla de la familia, decidieron encargar la homilía a su anterior novio, ya famoso predicador, que aceptó gustoso. Mientras estaba haciendo el sermón, le fue subiendo tal congoja ante el recuerdo del amor perdido, que terminó víctima de un ataque de ansiedad desmesurada y cayó fulminado. Hoy diríamos sin más que sufrió un infarto, que le falló el corazón o que tuvo una embolia, pero la gente de aquel tiempo prefirió pensar que había muerto por amor o, más exactamente aún, por desamor. Menos correcto clínicamente, pero más humano y más romántico.
--------Por eso no retiraron el cuerpo, quedando su cadáver allí en el mismo púlpito, para que las generaciones venideras, a la vista del esqueleto, aprendieran que de amor también se muere... ¡Lástima que en la restauración hubo que quitarlo definitivamente, dado el mal estado en que se encontraba...!

viernes, 2 de abril de 2010

43 / LA ESFINGE

         Cuando Edipo -el del complejo- llegó a la ciudad de Tebas, se encontró a las puertas un monstruo que tenía cuerpo y garras de león, pecho y rostro de mujer y cola de dragón: la Esfinge. Proponía una adivinanza a todo hombre que llegaba y, si no la acertaba –que era lo más usual- lo devoraba. Como Edipo respondió bien al acertijo, fue la Esfinge la que se arrojó por un precipicio, quedando así libre Tebas de la maldición. Lo del complejo vino después, pero ésa es otra historia...

            El mito de la Esfinge nació en Egipto a partir, según parece, de la descomunal estatua de Gizé, pero en cada periodo fue adquiriendo matices propios, según las conveniencias literarias o plásticas de los creadores. El nombre quiere decir "la que aprieta, la que ahoga" y fue considerada desde antiguo una típica devoradora y asesina de varones jóvenes.

            En el Simbolismo de finales del siglo XIX, esta imagen va tomando fuerza, los escritores la incluyen en sus novelas y poemas y los pintores la representan en sus cuadros. El belga Fernand Khnopff recurrió en numerosas obras a la figura de la esfinge como encarnación de la animalidad, del instinto puro sin control y, siguiendo las ideas cultas y misóginas de la época, de la mujer en sus aspectos más destructivos. La más conocida es la de arriba, llamada La caricia o La EsfingeReal Museo de Bellas Artes, Bruselas-, tal vez por la palpable paradoja que encierra en su iconografía. En ella vemos al héroe, que puede ser Edipo o cualquier otro varón y a la Esfinge, que están rozando sus mejillas con sensación de placer mutuo. La contradicción se da en el hecho de que Edipo, que se supone debía ser la encarnación de la masculinidad y de la reciedumbre, aparece con unos rasgos, tanto faciales como de cuerpo, totalmente femeninos o al menos ambiguos. Lo suyo es la suavidad, la dulzura y las dulces caricias. En cambio, el elemento femenino, la Esfinge, aparte del rostro de mujer, tiene un cuerpo de felino -concretamente de guepardo-, detalle que, aparte de ser totalmente inusual en el Simbolismo, resalta de forma descarada la fiereza y la agresividad en el sexo tradicionalmente llamado débil. Porque está claro que cualquiera, ante esta obra, sentirá la irrefrenable tentación de preguntarse cuál de los dos lleva los pantalones. Ambos sexos son en este caso intercambiables.

            Algunos de los arquetipos que ahora están triunfando en las pasarelas y en la high society comenzaron en tiempos del Simbolismo. De él nació la figura del metrosexual, de cuerpo totalmente depilado y de rasgos suaves a la par que ambiguos. De ese estilo brota también, como se ha podido ver, el tópico de la "feminista" agresiva, dominante y decidida a conseguir lo que se propone por cualquier medio. Entre aquel tiempo y el nuestro, Jacques Tourneur tuvo el acierto de rodar el film La mujer pantera (Cat people, 1942), un modelo de cine negro y de terror psicológico en el que el felino, que sólo ataca a hombres, aparece identificado al cien por cien con el género femenino. Una joya del cine.

            En él hace una magnífica interpretación la actriz Simone Simon, una mujer que ha pasado a la historia del cine por este papel. Cine y pintura unidos a través del tiempo...