viernes, 27 de agosto de 2010

64 / MENINAS’s SHOW V: ¿Qué lleva Diego en el pecho?



----------Don Diego de Silva y Velázquez, así se llamaba realmente el hombre. El apellido portugués Silva fue noble y rico en su tiempo, pero las veleidades de la fortuna lo fueron degradando hasta quedarse en uno más. Y entonces los Silva, por vergüenza, emigraron a Sevilla. Esa espina la llevaba Diego clavada, hasta que vislumbró que la Corte podía ser un camino válido para recuperar la nobleza perdida.
----------En la capital, bajo la protección de Felipe IV, fue subiendo poco a poco en la escala social hasta lograr una situación económica y profesional digna. Fue conquistando títulos: primero Pintor del Rey; luego Pintor de la Cámara Real; después fue Mariscal de la Corte y Aposentador Real. En uno de sus viajes a Roma lo nombraron Miembro de la Academia de San Lucas, o sea, lo aceptaron como pintor entre los pintores italianos. Todos esos eran títulos profesionales muy aceptables y llevaban consigo un buen sueldo, pero ninguno era un título nobiliario. Conseguirlo se convirtió en el objetivo primordial de sus aspiraciones en palacio.
----------Adquirir un título de nobleza era, en el Siglo de Oro español, una tarea ardua, que conllevaba infinitos trámites e incluso juicios. El candidato debía demostrar, entre otras muchas condiciones y en audiencia pública, dos que eran básicas: la primera, que entre sus ascendientes de varias generaciones no había habido árabe ni judío, o sea la llamada pureza de sangre. Y la segunda, más peliaguda en este caso, que no vivía del trabajo de sus manos como cualquier pelagatos del populacho.
----------Aquí llegó el nudo gordiano. Velázquez era lo que era por su habilidad con los pinceles y los pinceles se manejaban con las manos, no sólo con el cerebro. Diego buscó como testigos de apoyo a los artistas Alonso Cano y Francisco Zurbarán, ambos de acreditada fama en la sociedad. Pero las normas son las normas...
----------Primero se refugió en el Platonismo, o sea, en que lo importante de un cuadro no es pintarlo, sino gestar la idea que lo hace posible. Yo creo que esto no coló. Entonces sus amigos le convencieron de que alegara que, si pintaba tanto cuadro, no era por necesidad ni por enriquecimiento, sino pura y simplemente porque el Rey así se lo ordenaba, o sea, por obediencia a quien es el representante de Dios. Esto ya convenció bastante más al tribunal, pero aún no del todo, pues el mismo Felipe IV, en última instancia, tuvo que darle un empujón para que le fuera concedido el título de Caballero de la Orden de Santiago.
----------Por eso, esta obra de Las Meninas fue el escalón final para ennoblecer su sangre... Y también, por cierto, para rejuvenecer su cuerpo, pues en su autorretrato se hizo la cirugía plástica –nunca mejor dicho lo de “plástica”- y mejoró notablemente su aspecto, ya que este cuadro lo pintó sólo cuatro años antes de morir, con casi sesenta años al hombro. Y sesenta años, en aquel tiempo, eran bastantes años más de los que aparenta...
----------Se dice que el Rey hizo pintar la Cruz de Santiago sobre su pecho después de su muerte, con color rojo de sangre. Porque sangre le había costado conseguirla. Y por hoy ya vale. Dejemos para otro día al tipo de la escalera...

sábado, 21 de agosto de 2010

63 / MENINAS’s SHOW IV: Meninas, ¿qué Meninas?



----------Sin duda la infanta Margarita –niña al fin y al cabo- ha llegado corriendo hasta el estudio del pintor para curiosear cómo va el cuadro y saludar a sus padres, los reyes. Por eso, de golpe tiene sed y pide un poco de agua. Entonces una Menina, llamada Dª María Agustina Sarmiento, le ofrece una jarrita de barro rojo sobre un platito, al tiempo que dobla las rodillas en señal de respeto hacia la real personilla.
----------Sobre esta jarrita se han hablado muchas cosas; incluso se ha llegado a decir que estaba torneada con un barro alucinógeno capaz de provocar extrañas visiones. Pero yo me digo: ¿La infanta una drogata con sólo cinco años? Otros ven en la Menina una encarnación de la diosa Hebe, que servía –al igual que Ganímedes- las copas a los dioses en el Olimpo. Las imágenes antiguas la representan con una guirnalda en el pelo y una jarrita en la mano, como aquí. Para Velázquez parece ser la imagen de la vida, simbolizada por la mujer que da de beber a un niño. Lo dicho, puro esoterismo y significados ocultos. Pero el hecho es que la infanta, en realidad, sólo aguarda un vaso de agua, mientras mira con afecto y curiosidad hacia sus padres, que están donde nosotros, o sea, fuera del cuadro. La otra Menina, Dª Isabel de Velasco, se inclina ligeramente, sin dejar de mirar como de reojo hacia el tema principal del cuadro, la pareja real que, además de “real”, es virtual. ¿Se pilla el juego de palabras?
----------Ambas meninas, escogidas de entre las familias de noble estirpe del reino, son unos pocos años mayores que la infanta Margarita y su función es acompañarla en sus juegos y entretenimientos, evitando que el tedio se instale en ella. La palabra menina procede del portugués meninha y significa simplemente niña, chiquilla. El porqué esta palabra de origen luso primó sobre otras más castizas como rapaciña, zagala, muchachuela o nenica es un misterio irresoluble. De todas formas, ¿os imagináis cómo sonaría el cuadro si ahora se llamara Las Rapazas de Madrid, Las Zagalas de la Corte o Las Nenicas de Velázquez? Algo cutre, ¿no?
----------Las dos niñas son sólo eso, unas niñas, pero el engorro de los guardainfantes o tontillos, esos trajes anchos, acampanados e incómodos a más no poder que la reina puso de moda para disimular sus embarazos, aparte de que son un fastidio y las obligan a girarse hacia un lado para cruzar las puertas, es que les echan un montón de años encima; no les favorecen, diríamos ahora.
----------Detrás de Dª Isabel están el aya y el “guardadamas”, un hombre con el dudoso y poco atractivo oficio de vigilar simplemente a las chiquillas y no quitarles el ojo de encima. Hacer de carabina, vaya. Ambos parlotean por lo bajini, quejándose seguramente de lo mal que está la juventud madrileña en la Corte. ¡Y eso que aún no se había inventado el botellón...!
----------¡Quién les iba a decir a estas dos preadolescentes -para nosotros Mariagus e Isabelita- que, por los caprichos de la fortuna y con la ayuda del tiempo, el cuadro más famoso de la historia del arte iba a llevar su nombre y no el del rey, ni el de la reina y ni siquiera el de la infantita caprichosa y malcriada, cuyas rabietas y enfados tantas veces tuvieron que aguantar!
----------Así son las jugarretas de la fortuna. El azar, amigos, reparte la suerte a ciegas. En la entrega siguiente veremos qué pensaba sobre todo esto el tal Velázquez, el mejor experto en el asunto...

lunes, 16 de agosto de 2010

62 / MENINAS’s SHOW III: El espejo de príncipes


--------Vamos a ser claros: es totalmente imposible que los dos reyes, Felipe IV y Mariana de Austria-, estando fuera del cuadro, más o menos donde nos situamos nosotros cuando nos ponemos a contemplarlo, se puedan reflejar de cintura para arriba en un espejo que está tan alejado. A esa distancia –la Sala del Príncipe del Alcázar Real era una estancia bastante alargada- y, según las reglas de la perspectiva cónica, que Velázquez dominaba con la gorra, a los reyes no se les vería ni el tupé. Visto esto, tenemos otras soluciones: tal vez esa imagen de la real pareja –por otra parte vetada por el protocolo de la época- que se refleja en el espejo sea la que Velázquez está pintando en el gran lienzo que tiene delante. ¿Posible? Sí. ¿Probable? No. A no ser que el pintor monte un auténtico invento del TBO para lograr, a base de espejos combinados, que una superficie que está muy angulada –el cuadro- se refleje de forma plana y paralela sobre el recuadro del fondo, cuyos bordes son a su vez paralelos a los de la obra que nos ocupa y entretiene. Y todo sin que se note. Montar esto le llevaría más tiempo y trabajo que el que le costó pintar el cuadro.
--------¿Qué pasa entonces? La idea no es mía, pero original sí lo es. El ingenioso ingeniero Ángel del Campo Francés, en su libro “La magia de las Meninas” (Turner, Madrid 1985), defiende que Velázquez ha ocultado detrás de las figuras del cuadro un dispositivo llamado epidiáscopo –para nosotros proyector de cuerpos opacos-, que lanzaría una imagen de los reyes, con su cortina roja encima, como era costumbre, no sobre un espejo, sino sobre una superficie capaz de reflejar la imagen recibida. En este caso, todo es cuestión de ajuste, y con ello es posible conseguir el reflejo tan natural –bien que algo borroso- de las siluetas reales, a partir de un boceto de pequeño formato. Ya bastante antes el jesuita Athanasius Kircher, y algo después el mismo Leonardo, habían cavilado y experimentado con la linterna mágica, un antecedente de nuestros proyectores de cine, utilizando la luz de una simple vela –ver el dibujo adjunto de Kircher.
--------Ésa es una posibilidad. Otra es que Don Diego –cosa a la que ya nos tiene acostumbrados- se sumerja en el mar de la simbología –la Emblemata de entonces-, tan amada para él, y quiera con ese espejo lanzar el mensaje de que los reyes, como tales y como padres, deben ser espejos para sus hijos, espejos de príncipes, por lo que tienen la obligación de mantener una conducta recta que pueda servir de faro y de guía a los que han de sucederlos. Y no andaríamos muy descaminados, dada la mentalidad culta de la época...
--------Porque, en Velázquez, nada es lo que parece. Era capaz de intentar buscarle los tres pies a cualquier cosa y –está demostrado- el realismo y los dioses le traían al pairo. Dicho de otra forma, le importaban un pimiento.
--------Por eso fue poco comprendido y no muy valorado por sus contemporáneos...

domingo, 8 de agosto de 2010

61 / MENINAS’s SHOW II: La magia de las Meninas







--------Este cuadro tiene más miga de la que aparenta a simple vista. Sé de buena tinta que el tal Velázquez no era sólo pintor, sino también “astrólogo, físico y geómetra, arquitecto y adivino, veedor y director de obras, decorador y calculista, conocedor del latín y el italiano, de tramoyas y escenografías, de la cámara oscura y la linterna mágica, de los anteojos de larga vista y de los relojes de sol, del astrolabio y de los ingenios para elevar agua, del número áureo y de la perspectiva, de la cabalística y la mitología, de los símbolos, las fantasmagorías, la fisiognomonía y la cataptromancia...” Con este currículum, ¿cómo va a ser éste un cuadro más?
--------Don Diego era un pintor culto, gran lector y tenía una extensa biblioteca. Sabemos, por ejemplo, que la idea de poner a los reyes en el espejo del fondo la tomó del cuadro El matrimonio Arnolfini, del flamenco Van Eyck (entrega 40 de este blog). También nos consta que la idea de agrupar las figuras de tres en tres –primer gráfico- la sacó de Leonardo, concretamente de su Última Cena de Milán. Y este tal Da Vinci era también complicado y difícil de entender.
--------Pero otras cosas ocultas las ha puesto por iniciativa propia, por su saber y su cultura. Resulta cuando menos curioso comprobar que el pintor, las Meninas y la Infanta Margarita forman con sus cabezas –ver segundo gráfico- una estructura similar a la que tiene la constelación Corona Borealis –llamada por los árabes Alfeca-, con el detalle más jugoso aún de que la estrella más brillante del conjunto se llama Margarita y está situada sobre la cabeza de la infanta del mismo nombre.
--------Tampoco es casualidad que el círculo que une las cabezas indicadas forme un nudotercer esquema- en la de una de las Meninas y, al integrar el resto de cabezas, cree una figura similar al símbolo del clásico signo zodiacal Capricornio, precisamente el horóscopo que tenía la reina por su fecha de nacimiento -23 de diciembre-, como un deseo de buenos augurios para el parto que se avecinaba pues resulta que, en este mismo momento, la soberana estaba encinta. No tuvo suerte la familia real con el tema de la descendencia; se dieron varios abortos, algunos de los retoños murieron al poco de nacer, el varón tan deseado no terminaba de llegar y, para colmo, uno que llega –el príncipe Baltasar Carlos-, va y se nos muere a los pocos años de vida. (Todo el mundo sabe que con Felipe IV y su enfermizo hijo Carlos II el Hechizado acabó la dinastía de los Austrias y comenzó la de los Borbones, cuyo primer representante, Felipe V, vino de Francia).
--------Este tal Velázquez sabía mucho de Astronomía, una ciencia entonces en gestación, pues sólo se conocían siete planetas. (Bueno, bien mirado, tampoco es que hoy hayamos adelantado mucho después de quitarnos a Plutón). También estaba impuesto en Astrología, una ciencia bastante más imprecisa, sustentada sobre todo en la verborrea poética y en utilizar las frases que cada uno quiere oír.
--------En resumen, que nuestro amigo no era ningún paleto y que está claro que este cuadro tiene mucha, pero que mucha miga, como seguiremos viendo en las entregas siguientes. En la próxima hablaremos del gobierno, o sea, de los reyes...

lunes, 2 de agosto de 2010

60 / MENINAS’s SHOW I: El qué y el dónde



--------¿Qué está pasando? El pintor ha recibido un nuevo encargo. Se planta delante del lienzo, que previamente ha imprimado en tono ocre y comienza a esbozar las primeras líneas de un doble retrato. Es un encargo arriesgado porque nunca antes se ha pintado al Rey y a la Reina juntos. Además, el vestido de la Reina, el guardainfante -también llamado “tontillo”- es un engorro, porque hace imposible colocar a los dos personajes juntos. ¿Por qué esa manía de disimular el embarazo de la Reina con este atuendo absurdo? ¿Es que la Reina no es una mujer con capacidad para parir?
--------En ese momento entran la infanta Margarita, con apenas cinco años, acompañada por sus compañeras de juegos, las dos Meninas y por los dos preceptores, serios y concienzudos, que le enseñan educación y protocolo, para que la princesa sepa comportarse. También -¡cómo no!- van con ellos dos de los enanos que deben procurar entretener a la niña con sus gracias y payasadas, con sus deformaciones y sus chistes sobre la corte. Y, por fin, el viejo perro, harto ya de vivir y eternamente cansado que, en cuanto llega, toma posesión del suelo. Pero, bueno, ¿qué pasa con aquel señor del fondo que no termina de marcharse? A ver si deja ya quieta la cortinita y podemos estar tranquilos, porque la infanta, de repente, tiene sed...
--------Entonces, una de las Meninas le ofrece una jarrita con agua, a la vez que se arrodilla -como obliga el protocolo- pero, por otra parte, ¡qué desconsideración! ¿Cómo va la niña a beber agua directamente de la jarra? Además, ¿dónde está el trapito para limpiarse la boca después de beber? Y a esta niña caprichosa, ¿quién la manda pedir ahora agua si aún no hace calor, pues las esteras del suelo siguen todavía puestas?
--------¿Dónde está pasando? En una estancia del antiguo Alcázar Real –destruido por un incendio y cuyo solar está ahora ocupado por el Palacio de Oriente- llamada Sala del Príncipe, que fue vivienda del niño Baltasar Carlos –Dios lo tenga en su gloria- y ahora está siendo utilizado como estudio por el pintor de la Corte, puesto que tiene varias ventanas en un lateral para que entre la luz. Además, a determinadas horas se puede abrir la puerta del fondo, si hace falta.
--------Este cuadro se llamó en un principio La familia a secas. Más tarde La familia de Felipe IV, pero hoy día, no se sabe bien por qué, la gente del pueblo lo llama Las Meninas. Tratándose de un retrato oficial de la familia real, paso porque pongan en primer plano a una mocosa de cinco años. Paso porque a los reyes –los personajes clave- los releguen al espejo del fondo, donde se ven borrosos y como desenfocados. Pero ¿cómo ha podido este pintor descuidado olvidarse de incluir a la hija mayor de esta familia –foto de al lado-, la Infanta María Teresa, que llegó a ser esposa –poco apreciada, por cierto- de Luis XIV, el Rey Sol francés? Y ésta es sólo la primera de las varias preguntas que me han surgido. A algunas de ellas intentaremos responder en las próximas semanas.
--------Entre nosotros: a esta obra la llamamos pintura porque todo el mundo dice que es una pintura y porque el trabajo de Velázquez era precisamente pintar. Pero yo, por mí, lo veo todo tan real y están los personajes tan acertadamente representados que, a veces, me pregunto como el escritor galo Teófilo Gautier:
--------- - Pero bueno, ¿dónde está el cuadro…?