sábado, 24 de julio de 2010

59 / MENINAS’s SHOW


--------El hecho de enfrentarnos al cuadro más importante y conocido de toda la historia del Arte es algo que necesariamente impone. Ya no se trata de hacer un comentario más o menos ingenioso sobre una obra cumbre o trascendental, sino de plantarnos ante una obra que ha sido llamada por el pintor italiano Julio Romano la Teología de la Pintura y a la que yo personalmente considero, no una pintura más, sino la Pintura.
--------Sobre esta obra se han dicho infinidad de cosas, muchas de ellas falsas. Por ejemplo, hace años se ponía como modelo de la austeridad del arte español del Siglo de Oro, por la monocromía de sus colores marrones y pardos. ¡Todo mentira cochina! Bastó que se diera una buena limpieza al lienzo para que apareciera por doquier un arcoiris de colores: verdes, azules, amarillos, violetas...
--------Hace años, cuando se visitaba el Museo del Prado antes de las recientes remodelaciones, había un espejo de gran tamaño delante de la obra, en la pared de enfrente. Se decía que era parte del truco empleado por Velázquez para el montaje de esta composición complejísima de concepción y totalmente rompedora con los planteamientos de su tiempo. Se trata de un cuadro de casi tres metros de anchura por tres y pico de altura, pero lo asombroso no es el tamaño –los hay bastante mayores- sino la concepción de la escenografía, y ese maravilloso estudio de perspectiva –lineal y atmosférica- que nos permite, según algún entendido anónimo pasearnos entre las figuras sin llegar a rozar ninguna.
--------Por todo ello y por varias razones más que irán apareciendo más adelante, he creído interesante dedicar a este cuadro las siete próximas entregas, haciendo una especie de curso monográfico en torno a una obra que ha suscitado y sigue suscitando las hipótesis más curiosas y las discusiones más encendidas, no sobre su calidad –admitida por todos- sino por sus significados ocultos. O, lo que es lo mismo, no por su iconografía sino por su iconología.
--------Estos siete capítulos en torno a uno o varios de los personajes, se titulan:
- El qué y el dónde
- La magia de las Meninas
- El espejo de príncipes
- Meninas, ¿qué Meninas?
- ¿Qué lleva Diego en el pecho?
- El hombre de la escalera
- ¿De quién es el perro?

--------Espero, amigos, incentivar un poco vuestra atención sobre una obra que ya forma parte de nuestra memoria cultural aunque sigue siendo, en ocasiones, tan desconocida.
--------¡Va por vosotros!

sábado, 17 de julio de 2010

58 / UN ESPEJO PARA CAZAR CRÍAS DE TIGRE


--------Jurgis Baltrusitis, en su excelente ensayo El espejo (Editorial Miraguano-Polifemo, 1988), nos describe con detalle y de forma documentada los diferentes usos que los espejos han tenido a lo largo de la historia. Uno de los más curiosos ha sido el de ser utilizado para cazar tigres. Justo como lo oyes, amigo, nada menos que para cazar tigres... ¿Cómo es esto posible?
--------El historiador Plinio cuenta este curioso y exótico método de caza como sigue:

---------El cazador se acerca a la guarida del tigre dispuesto a robarle sus cachorros. Debe ir provisto de un espejo esférico, que devuelve a quien se mira en él una imagen reducida de sí mismo. Una vez que el cazador -aprovechando un descuido de la tigresa- le arrebata las crías y sale al galope en su caballo, la fiera lo perseguirá con saña para recuperar a sus hijos. El hombre, entonces, arroja al suelo el espejo. La tigresa, movida por su natural curiosidad, se detendrá a mirarse en él y, al ver reflejada en la esfera una imagen reducida de sí misma, creerá que es uno de sus hijos y regresará tan contenta a la cueva con él. De esta forma, el cazador podrá huir ileso con los cachorros.
--------Varias referencias posteriores apoyan este planteamiento. En el famoso tapiz de Bayeux La Dama y el Unicornio, éste se mira en un espejo convexo que le presenta aquélla y se ve considerablemente más pequeño. San Ambrosio (340-397), obispo de Milán y numerosos Bestiarios posteriores recomiendan el uso de espejos esféricos, por ser los más adecuados para devolver imágenes reducidas. Algunas versiones aconsejan al cazador llevar, no un solo espejo esférico sino un rosario de ellos, y deberá ir soltándolos en la huida periódicamente, pues la tigresa lo perseguirá hasta que crea haber recuperado la totalidad de la camada, ya que no se contenta con recuperar sólo a algunas de sus crías. Incluso algún comentarista advierte que si equivocadamente se comete el error de utilizar espejos planos y anchos, la tigresa terminará por darse cuenta de la superchería y, enfurecida, cargará contra ellos, haciéndolos añicos. ¡Pobre entonces del cazador! No quedarán de él ni los huesos.
--------Y, como no puede faltar, una moraleja: “No debemos ser semejantes a los tigres. Cada uno de nosotros debe guardar su cría, es decir, el alma. El cazador nos acecha con su espejo para arrebatarnos el alma y confundirnos. Los espejos son las grandes codicias y las grandes decepciones del mundo. Al arrojarnos los espejos, el cazador nos deja nuestras ilusiones y se lleva nuestra cría...”
--------Por eso nos conviene estar atentos y llevar siempre, por si acaso, un espejo esférico encima, no vaya a ser que...

sábado, 10 de julio de 2010

57 / ¡POBRES HIJAS!



--------A finales del siglo XIX, cuando la pintura histórica estaba en pleno auge –como ahora lo está la novela- las Diputaciones Provinciales tenían la facultad de enviar a aquellos jóvenes que apuntaban un futuro como pintores a la Academia de Roma, donde pasaban dos o tres años becados y aprendiendo directamente en la ciudad que era el centro del arte antiguo. A cambio, los patrocinados se comprometían a entregar cada año a la entidad patrocinadora un determinado número de obras, que normalmente tenían el denominador común de contener desnudos. En este tiempo, el desnudo femenino era la prueba de fuego para dilucidar si un pintor valía o si era sólo un pintamonas.
--------Esta es una de estas obras. Su autor es el valenciano Ignacio Pinazo Camarlench y está depositado en la Diputación de Valencia. Se llama Las hijas del Cid y el argumento está extraído del famoso romance del mismo nombre, atribuido a Per Abat.
--------Resulta que las dos hijas del Cid Campeador y de Doña Jimena –Elvira y Sol- estaban prometidas a los infantes de Carrión, dos hermanos que se habían ganado a pulso la fama de cobardes porque, en una ocasión, yendo con el Cid y habiéndose escapado de un circo cercano unos leones, salieron corriendo despavoridos mientras su futuro suegro, a punta de espada, hacía a los felinos regresar a la jaula. Este acto de cobardía y el consiguiente ridículo los llenó de resquemor y de odio contra el Campeador que los había dejado en evidencia ante todos. ¿Y con quién lo pagaron? Pues con las hijas, que no tenían vela en ese entierro. Se las llevaron consigo al robledal de Corpes y allí las desnudaron, las azotaron con saña y las abandonaron atadas a unos troncos de árboles. Su padre las recogió y juró ajustar las cuentas a estos villanos maltratadores de mujeres. Y así lo hizo.
--------Esta historia la estudiábamos de pequeños en la escuela, como una más de las hazañas del Cid. Pero lo importante no es tanto la historia –que lo es, y además interesante- sino el cuadro que este argumento folletinesco y medieval nos ha dejado, gracias a la habilidad de Pinazo. La tersura de la piel de los dos desnudos contrasta con la materia densa y muy matizada con la que el pintor describe los troncos, el suelo y las ropas tiradas. La primera muchacha se encoje sobre sí misma para esconder su desnudez, mientras la de más allá se lamenta con su rostro de la desgracia. Dos preciosos desnudos que brillan con luz propia entre la umbría del bosque y que le valieron al artista un primer premio que le aseguró un año más la beca para Roma.
--------Pero quede claro que, en pintura, lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta, la técnica, el dibujo, las soluciones plásticas y el dominio del color y del claroscuro. Evidentemente, todo esto es fruto de un trabajo persistente y de muchos dibujos preparatorios, como el boceto adjunto hecho a plumilla.
--------Ignacio Pinazo, que tiene su museo en Godella (Valencia), su patria chica, demostró con su obra posterior que este éxito no fue debido al azar y que era un pintor como la copa de un pino, o mejor, como la copa de un roble del robledal de Corpes...

lunes, 5 de julio de 2010

56 / MUJERES ASEÁNDOSE










--------Es la hora de los voyeurs. La hora de espiar a las mujeres mientras se lavan, una actividad tan íntima y personal. De disfrutar de sus movimientos lentos y sensuales, de sus posturas poco corrientes, de los giros del cuerpo cuando se secan. Es la hora Degas.
--------Nadie como él –que por otra parte era un misógino recalcitrante y solterón empedernido- ha sabido representar las actitudes femeninas en estos momentos secretos. Pasados ya los cincuenta comienza a perder vista, lo que le impulsa a cambiar la pintura al óleo por el pastel. Éste es más sencillo de manejo, le exige menos esfuerzo y también le permite apuntes más rápidos y espontáneos. Pocas veces –desde los años del Rococó- ha llegado a manejar un pintor esta técnica en seco con tanta maestría. Cuando cumple ochenta años y apenas puede pintar, todo el mundo lo llama el pintor de las bailarinas y de las mujeres aseándose.
--------Pero ejerzamos el oficio de voyeur y acerquemos nuestro ojo al hueco de la cerradura de la puerta del cuarto de baño, al que acaba de entrar la modelo. Es joven y hermosa y no le importa que la miren. Primero (1) se quita toda la ropa, coge una toalla con la mano izquierda y se dirige a la bañera que normalmente está oculta tras la cortina azul, en un rincón con paredes forradas de papel pintado. ¡Qué hermoso reflejo azul lanza la tela sobre el costado de la muchacha, que se afana en apoyar el pie en el fondo de la cubeta, intentando no resbalar!
--------Luego (2) se sienta en el borde la bañera, sobre la toalla, y se enjabona a conciencia, primero el pecho, más tarde el vientre y la entrepierna, después el cuello y, hasta donde puede, la espalda. Le resulta agradable el roce de la esponja natural sobre la piel y está concentrada, sola consigo misma y con sus sensaciones de placer.
--------Tras echarse de nuevo agua por el cuerpo para quitarse la espuma, sale de la cubeta, se sienta en un taburete y comienza a secarse (3). Lo hace con parsimonia, empezando por los senos, luego el costado y los riñones, los pies, los hombros y las axilas. Una vez seca, se sienta en la silla cubierta por las toallas, se curva sobre sí misma como una caracola (4) y se seca los pies y los huecos entre los dedos. Es lo último. Hasta la semana que viene, o hasta que la ocasión lo requiera.
--------Pero, aparte de esta fingida narración en imágenes, conviene que nos fijemos en la hermosura de los trazos de la barra de pastel en las carnes juveniles. En cómo se adaptan a cada zona, resaltando la redondez de los muslos. Unas veces esos trazos están hechos con la punta de la barra, a golpes verticales y otras en círculos similares a los copos de algodón. Cada material necesita una textura diferente. No es lo mismo –pongamos- la cabellera pelirroja que el papel de la pared o el parquet del suelo.
--------Edgar Degas lo sabe y disfruta de la pintura como del último de los placeres de su ancianidad. Sabe que sólo se llevará a la tumba el recuerdo de las bellas muchachas en flor mientras se dedican a sus quehaceres íntimos...