----------Don Diego de Silva y Velázquez, así se llamaba realmente el hombre. El apellido portugués Silva fue noble y rico en su tiempo, pero las veleidades de la fortuna lo fueron degradando hasta quedarse en uno más. Y entonces los Silva, por vergüenza, emigraron a Sevilla. Esa espina la llevaba Diego clavada, hasta que vislumbró que la Corte podía ser un camino válido para recuperar la nobleza perdida.
----------En la capital, bajo la protección de Felipe IV, fue subiendo poco a poco en la escala social hasta lograr una situación económica y profesional digna. Fue conquistando títulos: primero Pintor del Rey; luego Pintor de la Cámara Real; después fue Mariscal de la Corte y Aposentador Real. En uno de sus viajes a Roma lo nombraron Miembro de la Academia de San Lucas, o sea, lo aceptaron como pintor entre los pintores italianos. Todos esos eran títulos profesionales muy aceptables y llevaban consigo un buen sueldo, pero ninguno era un título nobiliario. Conseguirlo se convirtió en el objetivo primordial de sus aspiraciones en palacio.
----------Adquirir un título de nobleza era, en el Siglo de Oro español, una tarea ardua, que conllevaba infinitos trámites e incluso juicios. El candidato debía demostrar, entre otras muchas condiciones y en audiencia pública, dos que eran básicas: la primera, que entre sus ascendientes de varias generaciones no había habido árabe ni judío, o sea la llamada pureza de sangre. Y la segunda, más peliaguda en este caso, que no vivía del trabajo de sus manos como cualquier pelagatos del populacho.
----------Aquí llegó el nudo gordiano. Velázquez era lo que era por su habilidad con los pinceles y los pinceles se manejaban con las manos, no sólo con el cerebro. Diego buscó como testigos de apoyo a los artistas Alonso Cano y Francisco Zurbarán, ambos de acreditada fama en la sociedad. Pero las normas son las normas...
----------Primero se refugió en el Platonismo, o sea, en que lo importante de un cuadro no es pintarlo, sino gestar la idea que lo hace posible. Yo creo que esto no coló. Entonces sus amigos le convencieron de que alegara que, si pintaba tanto cuadro, no era por necesidad ni por enriquecimiento, sino pura y simplemente porque el Rey así se lo ordenaba, o sea, por obediencia a quien es el representante de Dios. Esto ya convenció bastante más al tribunal, pero aún no del todo, pues el mismo Felipe IV, en última instancia, tuvo que darle un empujón para que le fuera concedido el título de Caballero de la Orden de Santiago.
----------Por eso, esta obra de Las Meninas fue el escalón final para ennoblecer su sangre... Y también, por cierto, para rejuvenecer su cuerpo, pues en su autorretrato se hizo la cirugía plástica –nunca mejor dicho lo de “plástica”- y mejoró notablemente su aspecto, ya que este cuadro lo pintó sólo cuatro años antes de morir, con casi sesenta años al hombro. Y sesenta años, en aquel tiempo, eran bastantes años más de los que aparenta...
----------Se dice que el Rey hizo pintar la Cruz de Santiago sobre su pecho después de su muerte, con color rojo de sangre. Porque sangre le había costado conseguirla. Y por hoy ya vale. Dejemos para otro día al tipo de la escalera...
----------En la capital, bajo la protección de Felipe IV, fue subiendo poco a poco en la escala social hasta lograr una situación económica y profesional digna. Fue conquistando títulos: primero Pintor del Rey; luego Pintor de la Cámara Real; después fue Mariscal de la Corte y Aposentador Real. En uno de sus viajes a Roma lo nombraron Miembro de la Academia de San Lucas, o sea, lo aceptaron como pintor entre los pintores italianos. Todos esos eran títulos profesionales muy aceptables y llevaban consigo un buen sueldo, pero ninguno era un título nobiliario. Conseguirlo se convirtió en el objetivo primordial de sus aspiraciones en palacio.
----------Adquirir un título de nobleza era, en el Siglo de Oro español, una tarea ardua, que conllevaba infinitos trámites e incluso juicios. El candidato debía demostrar, entre otras muchas condiciones y en audiencia pública, dos que eran básicas: la primera, que entre sus ascendientes de varias generaciones no había habido árabe ni judío, o sea la llamada pureza de sangre. Y la segunda, más peliaguda en este caso, que no vivía del trabajo de sus manos como cualquier pelagatos del populacho.
----------Aquí llegó el nudo gordiano. Velázquez era lo que era por su habilidad con los pinceles y los pinceles se manejaban con las manos, no sólo con el cerebro. Diego buscó como testigos de apoyo a los artistas Alonso Cano y Francisco Zurbarán, ambos de acreditada fama en la sociedad. Pero las normas son las normas...
----------Primero se refugió en el Platonismo, o sea, en que lo importante de un cuadro no es pintarlo, sino gestar la idea que lo hace posible. Yo creo que esto no coló. Entonces sus amigos le convencieron de que alegara que, si pintaba tanto cuadro, no era por necesidad ni por enriquecimiento, sino pura y simplemente porque el Rey así se lo ordenaba, o sea, por obediencia a quien es el representante de Dios. Esto ya convenció bastante más al tribunal, pero aún no del todo, pues el mismo Felipe IV, en última instancia, tuvo que darle un empujón para que le fuera concedido el título de Caballero de la Orden de Santiago.
----------Por eso, esta obra de Las Meninas fue el escalón final para ennoblecer su sangre... Y también, por cierto, para rejuvenecer su cuerpo, pues en su autorretrato se hizo la cirugía plástica –nunca mejor dicho lo de “plástica”- y mejoró notablemente su aspecto, ya que este cuadro lo pintó sólo cuatro años antes de morir, con casi sesenta años al hombro. Y sesenta años, en aquel tiempo, eran bastantes años más de los que aparenta...
----------Se dice que el Rey hizo pintar la Cruz de Santiago sobre su pecho después de su muerte, con color rojo de sangre. Porque sangre le había costado conseguirla. Y por hoy ya vale. Dejemos para otro día al tipo de la escalera...
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