sábado, 4 de septiembre de 2010

65 / MENINAS’s SHOW VI: El hombre de la escalera



----------Si algo no era Don Diego era un chapuzas, ni un hombre que hiciese las cosas al tuntún. Presuponiendo esto, ¿qué hace aquí este señor del fondo que, cuando va a subir las escaleras aparta la cortina y se vuelve para mirar hacia el estudio del pintor? Y sobre todo, ¿qué pinta en un cuadro del que ya sabemos que, más o menos solapadamente, es un retrato de la familia real? Y, además, ¿por qué el punto de perspectiva del cuadro está justamente en su mano derecha? ¿Tan importante es?
----------De él sólo sabemos que se llamaba José Nieto Velázquez –nada que ver con nuestro artista- y que optaba por entonces al puesto de Aposentador Real, al que también aspiraba el pintor, por lo que parece que las relaciones entre ambos no eran muy cordiales. Luego si Velázquez le dio gratuitamente la inmortalidad incorporándolo al cuadro, no fue por tráfico de influencias, ni tampoco para devolverle un favor. Antonio Buero Vallejo, en su estupenda obra Las Meninas (1960), plantea en clave teatral la rivalidad entre estos dos cortesanos candidatos ambos a un mismo cargo importante en la Corte.
----------Pero más importante que la clave teatral o literaria es, en este caso, la clave artística y aquí sí que Velázquez lo tenía claro: El cuadro necesita claramente un foco de luz en el fondo, y, además, que este foco esté muy localizado. El dilema es el siguiente: si entra demasiada luz y de forma indiscriminada por atrás, las figuras del primer plano –infanta, meninas y enanos sobre todo- perderán importancia pues se verán en contraluz y, por contra, los ayos, que apenas tienen vela en este entierro, cogerán un protagonismo que no se merecen. Pero, si no entra algo de luz, el espejo no tendrá la claridad necesaria para que en él se vean reflejadas –o proyectadas, no olvidemos- las dos figuras de los reyes. Y –esto sí que está claro- sin reyes no hay retrato real, capisce?
----------Entonces Velázquez echa de nuevo mano del Platonismo y su cabeza comienza a producir ideas. No olvidemos que casi todo lo que aparece en este cuadro o está envuelto en magia o está cargado de trucos. Mediante un juego de espejos hábilmente camuflado al pie de la escalera y tras la cortina -sigo de nuevo la tesis de Ángel del Campo Francés-, logra que un fino rayo de luz entre por el quicio de la puerta de cuarterones, aportando la luz necesaria sin por ello ser un estorbo por exceso de iluminación. Ese rayo se puede ver claramente entre la menina de la izquierda y la infanta, a la altura de los hombros de ambas (ver detalle adjunto).
----------En resumen, que lo de menos era quién abriese la puerta o corriese la cortina. Velázquez, como buen artista platónico, no piensa en tal o cual persona, sino en los conceptos plásticos de luz y sombra y, por las razones que sea –aquí sí que no sabemos nada-, le tocó al tal José Nieto aportar una solución al problema.
----------Suerte que tuvo el tipo que, por esa tontería, vivirá eternamente en el cuadro. Muchos querríamos para nosotros algo parecido...Y para la próxima entrega sólo nos queda el perro...

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