lunes, 16 de agosto de 2010

62 / MENINAS’s SHOW III: El espejo de príncipes


--------Vamos a ser claros: es totalmente imposible que los dos reyes, Felipe IV y Mariana de Austria-, estando fuera del cuadro, más o menos donde nos situamos nosotros cuando nos ponemos a contemplarlo, se puedan reflejar de cintura para arriba en un espejo que está tan alejado. A esa distancia –la Sala del Príncipe del Alcázar Real era una estancia bastante alargada- y, según las reglas de la perspectiva cónica, que Velázquez dominaba con la gorra, a los reyes no se les vería ni el tupé. Visto esto, tenemos otras soluciones: tal vez esa imagen de la real pareja –por otra parte vetada por el protocolo de la época- que se refleja en el espejo sea la que Velázquez está pintando en el gran lienzo que tiene delante. ¿Posible? Sí. ¿Probable? No. A no ser que el pintor monte un auténtico invento del TBO para lograr, a base de espejos combinados, que una superficie que está muy angulada –el cuadro- se refleje de forma plana y paralela sobre el recuadro del fondo, cuyos bordes son a su vez paralelos a los de la obra que nos ocupa y entretiene. Y todo sin que se note. Montar esto le llevaría más tiempo y trabajo que el que le costó pintar el cuadro.
--------¿Qué pasa entonces? La idea no es mía, pero original sí lo es. El ingenioso ingeniero Ángel del Campo Francés, en su libro “La magia de las Meninas” (Turner, Madrid 1985), defiende que Velázquez ha ocultado detrás de las figuras del cuadro un dispositivo llamado epidiáscopo –para nosotros proyector de cuerpos opacos-, que lanzaría una imagen de los reyes, con su cortina roja encima, como era costumbre, no sobre un espejo, sino sobre una superficie capaz de reflejar la imagen recibida. En este caso, todo es cuestión de ajuste, y con ello es posible conseguir el reflejo tan natural –bien que algo borroso- de las siluetas reales, a partir de un boceto de pequeño formato. Ya bastante antes el jesuita Athanasius Kircher, y algo después el mismo Leonardo, habían cavilado y experimentado con la linterna mágica, un antecedente de nuestros proyectores de cine, utilizando la luz de una simple vela –ver el dibujo adjunto de Kircher.
--------Ésa es una posibilidad. Otra es que Don Diego –cosa a la que ya nos tiene acostumbrados- se sumerja en el mar de la simbología –la Emblemata de entonces-, tan amada para él, y quiera con ese espejo lanzar el mensaje de que los reyes, como tales y como padres, deben ser espejos para sus hijos, espejos de príncipes, por lo que tienen la obligación de mantener una conducta recta que pueda servir de faro y de guía a los que han de sucederlos. Y no andaríamos muy descaminados, dada la mentalidad culta de la época...
--------Porque, en Velázquez, nada es lo que parece. Era capaz de intentar buscarle los tres pies a cualquier cosa y –está demostrado- el realismo y los dioses le traían al pairo. Dicho de otra forma, le importaban un pimiento.
--------Por eso fue poco comprendido y no muy valorado por sus contemporáneos...

5 comentarios:

  1. Querido Ignacio, acabo de leer los diferentes comentarios que has realizado hasta el momento sobre Las Meninas y me parecen magníficos por varios motivos:Por la cantidad de conocimientos nuevos que estoy aprendiendo sobre Velázque y su obra;por la sencillez y claridad a la vez que rigor con que presentas cada tema y por la simpatía con la que escribes que invita a leer con fruición cada uno de los comentarios.
    Ignacio, ¡gracias! por hacernos tan ameno el arte. Un abrazo, Frankie

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  2. Esto sí que es deleitar aprovechando: el arte como terapéutica del ocio provisiona la despensa del conocimiento. Esto sí que es una serie y no la de "Perdidos". Enganchádome he.

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  3. Estimado Señor, he leído la noticia que ha publicado sobre el cuadro de "Las meninas" de Velázquez. No juzgo sobre el mismo, pero allí donde se hace referencia al supuesto uso de un epidiáscopo, dice que "Ya bastante antes el jesuita Athanasius Kircher, y algo después el mismo Leonardo, habían cavilado y experimentado con la linterna mágica", en realidad, es difícil e improbable que Kircher lo hiciera "Bastante antes", porque su obra donde hace referencia a la Linterna Mágica (Ars magna lucis et umbrae) es de 1646, lo cual sería solo diez años antes de la composición de Las meninas. Pero bueno: eso es un detalle subjetivo: para muchos quizá una década sea "mucho" tiempo, aunque hoy no lo es, y creo que menos lo era hace siglos, en que no cambiaba tanto el mundo en diez años. Pero lo que si ya es cómico es lo que dice luego: "Algo después el mismo Leonardo". No puede haber sido nunca "algo después" señor Ignacio, porque los años de nacimiento y muerte de Leonardo son 1452 y 1519 respectivamente, y los de Kircher son 1601 y 1680, respectivamente. Leonardo nunca pudo haber hecho nada "algo después" del padre Kircher.

    atte.

    Lucho

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  4. Hola, Lucho: Te agradezco tus puntualizaciones cronológicas sobre Leonardo y Kircher. No presumo, ni pretendo hacerlo -menos en estas pequeñas entregas divulgativas- del rigor de un historiador. Pero tienes razón sin duda en lo que dices. Mi interés es descubrir más bien -desde mi particular punto de vista de pintor- el interés que las obras de arte pueden encerrar para el gran público. Prometo intentar ser más riguroso en las expresiones. Gracias. Un abrazo.

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