lunes, 5 de julio de 2010

56 / MUJERES ASEÁNDOSE










--------Es la hora de los voyeurs. La hora de espiar a las mujeres mientras se lavan, una actividad tan íntima y personal. De disfrutar de sus movimientos lentos y sensuales, de sus posturas poco corrientes, de los giros del cuerpo cuando se secan. Es la hora Degas.
--------Nadie como él –que por otra parte era un misógino recalcitrante y solterón empedernido- ha sabido representar las actitudes femeninas en estos momentos secretos. Pasados ya los cincuenta comienza a perder vista, lo que le impulsa a cambiar la pintura al óleo por el pastel. Éste es más sencillo de manejo, le exige menos esfuerzo y también le permite apuntes más rápidos y espontáneos. Pocas veces –desde los años del Rococó- ha llegado a manejar un pintor esta técnica en seco con tanta maestría. Cuando cumple ochenta años y apenas puede pintar, todo el mundo lo llama el pintor de las bailarinas y de las mujeres aseándose.
--------Pero ejerzamos el oficio de voyeur y acerquemos nuestro ojo al hueco de la cerradura de la puerta del cuarto de baño, al que acaba de entrar la modelo. Es joven y hermosa y no le importa que la miren. Primero (1) se quita toda la ropa, coge una toalla con la mano izquierda y se dirige a la bañera que normalmente está oculta tras la cortina azul, en un rincón con paredes forradas de papel pintado. ¡Qué hermoso reflejo azul lanza la tela sobre el costado de la muchacha, que se afana en apoyar el pie en el fondo de la cubeta, intentando no resbalar!
--------Luego (2) se sienta en el borde la bañera, sobre la toalla, y se enjabona a conciencia, primero el pecho, más tarde el vientre y la entrepierna, después el cuello y, hasta donde puede, la espalda. Le resulta agradable el roce de la esponja natural sobre la piel y está concentrada, sola consigo misma y con sus sensaciones de placer.
--------Tras echarse de nuevo agua por el cuerpo para quitarse la espuma, sale de la cubeta, se sienta en un taburete y comienza a secarse (3). Lo hace con parsimonia, empezando por los senos, luego el costado y los riñones, los pies, los hombros y las axilas. Una vez seca, se sienta en la silla cubierta por las toallas, se curva sobre sí misma como una caracola (4) y se seca los pies y los huecos entre los dedos. Es lo último. Hasta la semana que viene, o hasta que la ocasión lo requiera.
--------Pero, aparte de esta fingida narración en imágenes, conviene que nos fijemos en la hermosura de los trazos de la barra de pastel en las carnes juveniles. En cómo se adaptan a cada zona, resaltando la redondez de los muslos. Unas veces esos trazos están hechos con la punta de la barra, a golpes verticales y otras en círculos similares a los copos de algodón. Cada material necesita una textura diferente. No es lo mismo –pongamos- la cabellera pelirroja que el papel de la pared o el parquet del suelo.
--------Edgar Degas lo sabe y disfruta de la pintura como del último de los placeres de su ancianidad. Sabe que sólo se llevará a la tumba el recuerdo de las bellas muchachas en flor mientras se dedican a sus quehaceres íntimos...

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