sábado, 10 de julio de 2010

57 / ¡POBRES HIJAS!



--------A finales del siglo XIX, cuando la pintura histórica estaba en pleno auge –como ahora lo está la novela- las Diputaciones Provinciales tenían la facultad de enviar a aquellos jóvenes que apuntaban un futuro como pintores a la Academia de Roma, donde pasaban dos o tres años becados y aprendiendo directamente en la ciudad que era el centro del arte antiguo. A cambio, los patrocinados se comprometían a entregar cada año a la entidad patrocinadora un determinado número de obras, que normalmente tenían el denominador común de contener desnudos. En este tiempo, el desnudo femenino era la prueba de fuego para dilucidar si un pintor valía o si era sólo un pintamonas.
--------Esta es una de estas obras. Su autor es el valenciano Ignacio Pinazo Camarlench y está depositado en la Diputación de Valencia. Se llama Las hijas del Cid y el argumento está extraído del famoso romance del mismo nombre, atribuido a Per Abat.
--------Resulta que las dos hijas del Cid Campeador y de Doña Jimena –Elvira y Sol- estaban prometidas a los infantes de Carrión, dos hermanos que se habían ganado a pulso la fama de cobardes porque, en una ocasión, yendo con el Cid y habiéndose escapado de un circo cercano unos leones, salieron corriendo despavoridos mientras su futuro suegro, a punta de espada, hacía a los felinos regresar a la jaula. Este acto de cobardía y el consiguiente ridículo los llenó de resquemor y de odio contra el Campeador que los había dejado en evidencia ante todos. ¿Y con quién lo pagaron? Pues con las hijas, que no tenían vela en ese entierro. Se las llevaron consigo al robledal de Corpes y allí las desnudaron, las azotaron con saña y las abandonaron atadas a unos troncos de árboles. Su padre las recogió y juró ajustar las cuentas a estos villanos maltratadores de mujeres. Y así lo hizo.
--------Esta historia la estudiábamos de pequeños en la escuela, como una más de las hazañas del Cid. Pero lo importante no es tanto la historia –que lo es, y además interesante- sino el cuadro que este argumento folletinesco y medieval nos ha dejado, gracias a la habilidad de Pinazo. La tersura de la piel de los dos desnudos contrasta con la materia densa y muy matizada con la que el pintor describe los troncos, el suelo y las ropas tiradas. La primera muchacha se encoje sobre sí misma para esconder su desnudez, mientras la de más allá se lamenta con su rostro de la desgracia. Dos preciosos desnudos que brillan con luz propia entre la umbría del bosque y que le valieron al artista un primer premio que le aseguró un año más la beca para Roma.
--------Pero quede claro que, en pintura, lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta, la técnica, el dibujo, las soluciones plásticas y el dominio del color y del claroscuro. Evidentemente, todo esto es fruto de un trabajo persistente y de muchos dibujos preparatorios, como el boceto adjunto hecho a plumilla.
--------Ignacio Pinazo, que tiene su museo en Godella (Valencia), su patria chica, demostró con su obra posterior que este éxito no fue debido al azar y que era un pintor como la copa de un pino, o mejor, como la copa de un roble del robledal de Corpes...

1 comentario:

  1. Me has hecho recordar esa historia que leí en el colegio y me impresionó bastante, lo mismo que la pintura de Pinazo, llena de dramatismo y belleza. Gracias,

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