Esta obra está en el Museo de Arte
de Filadelfia. En ella, parece que Marcel Duchamp (1887-1968) recogió el testigo
del jabalí con
ocho patas de Altamira y se propuso representar, no tanto una figura
moviéndose cuanto el movimiento en sí mismo. Con respecto a los intentos
cinéticos anteriores de pintores como el Greco, el mismo Velázquez o Brueghel, esta obra supone un
avance importante, porque incluye el desplazamiento espacial de una misma
figura que recorre el cuadro de izquierda a derecha. Su autor lo tituló Nu descendant l’escalier (Desnudo bajando la escalera).

En su
época, esta obra desagradó a todo el mundo. Dado que el Cubismo era un
movimiento reciente y estaba empezando a ser asimilado por la crítica y el
público, pareció que era una sátira del estilo cubista y sentó fatal, siendo
rechazada del Salón de los Independientes, donde exponían los que ya habían
sido rechazados en otras muestras. O sea, fue doblemente rechazada.

En resumen, el resultado
es una curiosa mezcla de Cubismo con Futurismo, con un innegable toque de
Surrealismo, unas gotas de cine y una pizca de cómic. Pero aún hay
pintura, aún se ha dado el acto pictórico. En adelante, el artista se propondrá
“desaprender a pintar”, inventará los ready-mades
–el urinario y la rueda de bici- y acabará, como coronación de su carrera
artística, dejando la pintura, jugando al ajedrez y viviendo de su fama.
Años más
tarde, G.
Richter, dentro de la corriente del realismo americano de los años
60 y 70, realiza otra versión del Desnudo bajando
la escalera, más en estilo fotográfico, con la figura de frente
y añadiendo efectos de desenfoque en las zonas exteriores del cuadro. El
resultado lo dejo a vuestra consideración en la imagen intermedia. Pasado un
tiempo, el español Eduardo Arroyo satiriza sobre el cuadro con su
obra Vestido bajando la escalera, que aparece en
la última
imagen. Que cada uno juzgue por sí mismo.
Yo no digo nada porque, como siempre,
calladito estoy más guapo...
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