Esta obra está en el Museo de Arte
de Filadelfia. En ella, parece que Marcel Duchamp (1887-1968) recogió el testigo
del jabalí con
ocho patas de Altamira y se propuso representar, no tanto una figura
moviéndose cuanto el movimiento en sí mismo. Con respecto a los intentos
cinéticos anteriores de pintores como el Greco, el mismo Velázquez o Brueghel, esta obra supone un
avance importante, porque incluye el desplazamiento espacial de una misma
figura que recorre el cuadro de izquierda a derecha. Su autor lo tituló Nu descendant l’escalier (Desnudo bajando la escalera).
Pero, dado
el tiempo que le tocó vivir, esta obra muestra un retraso en cuanto a expresión
dinámica con respecto al quinetoscopio, al zootropo y a otros dispositivos que
circulaban por los círculos progresistas –y en ocasiones incluso por los
populares- que conseguían reproducir el efecto de movimiento sin exigir del
espectador ningún esfuerzo mental. Simplemente, las figuras se movían. Aún faltan
bastantes años para que los artistas del Op-Art –Vasarely, su hijo Yvaral, Julio Leparc y varios
más- incorporen motores eléctricos a sus obras cinéticas consiguiendo, ahora
sí, un cinetismo
real, no virtual ni fingido.
En su
época, esta obra desagradó a todo el mundo. Dado que el Cubismo era un
movimiento reciente y estaba empezando a ser asimilado por la crítica y el
público, pareció que era una sátira del estilo cubista y sentó fatal, siendo
rechazada del Salón de los Independientes, donde exponían los que ya habían
sido rechazados en otras muestras. O sea, fue doblemente rechazada.
Duchamp
amaba las máquinas, como todos los surrealistas y los futuristas, y las
representaba en sus cuadros. En este caso incorpora una especie de robot femenino
estructurado con formas geométricas elementales –no en vano, siendo
caricaturista, se pasó al mundo del arte de la mano de Cézanne- que se va desplazando
sucesivamente mientras baja los peldaños de la escalera, formando en su
conjunto la imagen de un barrido que imita uno de los recursos del cine, que
es la representación por antonomasia de la imagen en movimiento. Aquí sí que
tiene que intervenir nuestro ojo con la capacidad llamada retentiva retiniana. Seguro que Duchamp,
en 1912, ya había visto algunas peliculitas de cine, inventado unos veinte años
antes. Y del lenguaje del cómic –en aquellos tiempos bande
dessinée-, toma prestado el efecto de las líneas cinéticas,
rectas o curvas que, aquí y allá, potencian en nuestra percepción visual la
sensación dinámica.
En resumen, el resultado
es una curiosa mezcla de Cubismo con Futurismo, con un innegable toque de
Surrealismo, unas gotas de cine y una pizca de cómic. Pero aún hay
pintura, aún se ha dado el acto pictórico. En adelante, el artista se propondrá
“desaprender a pintar”, inventará los ready-mades
–el urinario y la rueda de bici- y acabará, como coronación de su carrera
artística, dejando la pintura, jugando al ajedrez y viviendo de su fama.
Años más
tarde, G.
Richter, dentro de la corriente del realismo americano de los años
60 y 70, realiza otra versión del Desnudo bajando
la escalera, más en estilo fotográfico, con la figura de frente
y añadiendo efectos de desenfoque en las zonas exteriores del cuadro. El
resultado lo dejo a vuestra consideración en la imagen intermedia. Pasado un
tiempo, el español Eduardo Arroyo satiriza sobre el cuadro con su
obra Vestido bajando la escalera, que aparece en
la última
imagen. Que cada uno juzgue por sí mismo.
Yo no digo nada porque, como siempre,
calladito estoy más guapo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario