domingo, 19 de agosto de 2012

154 / EL DESNUDO BAJANDO LA ESCALERA


Esta obra está en el Museo de Arte de Filadelfia. En ella, parece que Marcel Duchamp (1887-1968) recogió el testigo del jabalí con ocho patas de Altamira y se propuso representar, no tanto una figura moviéndose cuanto el movimiento en sí mismo. Con respecto a los intentos cinéticos anteriores de pintores como el Greco, el mismo Velázquez o Brueghel, esta obra supone un avance importante, porque incluye el desplazamiento espacial de una misma figura que recorre el cuadro de izquierda a derecha. Su autor lo tituló Nu descendant l’escalier (Desnudo bajando la escalera).

            Pero, dado el tiempo que le tocó vivir, esta obra muestra un retraso en cuanto a expresión dinámica con respecto al quinetoscopio, al zootropo y a otros dispositivos que circulaban por los círculos progresistas –y en ocasiones incluso por los populares- que conseguían reproducir el efecto de movimiento sin exigir del espectador ningún esfuerzo mental. Simplemente, las figuras se movían. Aún faltan bastantes años para que los artistas del Op-ArtVasarely, su hijo Yvaral, Julio Leparc y varios más- incorporen motores eléctricos a sus obras cinéticas consiguiendo, ahora sí, un cinetismo real, no virtual ni fingido.

            En su época, esta obra desagradó a todo el mundo. Dado que el Cubismo era un movimiento reciente y estaba empezando a ser asimilado por la crítica y el público, pareció que era una sátira del estilo cubista y sentó fatal, siendo rechazada del Salón de los Independientes, donde exponían los que ya habían sido rechazados en otras muestras. O sea, fue doblemente rechazada.

            Duchamp amaba las máquinas, como todos los surrealistas y los futuristas, y las representaba en sus cuadros. En este caso incorpora una especie de robot femenino estructurado con formas geométricas elementales –no en vano, siendo caricaturista, se pasó al mundo del arte de la mano de Cézanne- que se va desplazando sucesivamente mientras baja los peldaños de la escalera, formando en su conjunto la imagen de un barrido que imita uno de los recursos del cine, que es la representación por antonomasia de la imagen en movimiento. Aquí sí que tiene que intervenir nuestro ojo con la capacidad llamada retentiva retiniana. Seguro que Duchamp, en 1912, ya había visto algunas peliculitas de cine, inventado unos veinte años antes. Y del lenguaje del cómic –en aquellos tiempos bande dessinée-, toma prestado el efecto de las líneas cinéticas, rectas o curvas que, aquí y allá, potencian en nuestra percepción visual la sensación dinámica.

            En resumen, el resultado es una curiosa mezcla de Cubismo con Futurismo, con un innegable toque de Surrealismo, unas gotas de cine y una pizca de cómic. Pero aún hay pintura, aún se ha dado el acto pictórico. En adelante, el artista se propondrá “desaprender a pintar”, inventará los ready-mades –el urinario y la rueda de bici- y acabará, como coronación de su carrera artística, dejando la pintura, jugando al ajedrez y viviendo de su fama.

            Años más tarde, G. Richter, dentro de la corriente del realismo americano de los años 60 y 70, realiza otra versión del Desnudo bajando la escalera, más en estilo fotográfico, con la figura de frente y añadiendo efectos de desenfoque en las zonas exteriores del cuadro. El resultado lo dejo a vuestra consideración en la imagen intermedia. Pasado un tiempo, el español Eduardo Arroyo satiriza sobre el cuadro con su obra Vestido bajando la escalera, que aparece en la última imagen. Que cada uno juzgue por sí mismo.

             Yo no digo nada porque, como siempre, calladito estoy más guapo...

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