martes, 17 de enero de 2012

128 / VELÁZQUEZ vs BERGMAN


Hoy día decimos que un cuadro se ve como un cuadro, y que una película hay que visionarla como lo que es, una película. Pero este cuadro de Velázquez, curiosamente, se puede analizar como si se tratase de una película. Veamos:

La obra se llama San Antonio Abad y San Pablo, primer ermitaño y está en el Museo del Prado. Su argumento es sencillo, sin complicaciones psicológicas ni recursos narrativos experimentales: Enterado San Antonio Abad -popularmente llamado San Antón y es el que viste de negro- de que existía un ermitaño más antiguo que él –San Pablo, el de blanco-, quiso visitarlo. En el camino se encontró –siguiendo las localizaciones del esquema adjunto- con un centauro (1), un sátiro (2) y un lobo (3) que, milagrosamente, le fueron ayudando hasta llegar a la puerta de la cueva (4), a la que estuvo varios días llamando. Cuando por fin San Pablo abrió, ambos santos pasaron un tiempo rezando (5), mientras un cuervo (6) les traía diariamente el alimento. De regreso a su tierra, San Antón tuvo una nueva visión y, volviendo sobre sus pasos, encontró a su amigo Pablo plácidamente muerto y a su lado una pareja de leones que excavaban su tumba con las garras (7)”.

Intervienen en esta historia tal cantidad de bestias, reales y fantásticas, que San Antón fue nombrado el patrón de los animales y su fiesta se celebra el 17 de enero. Pero lo que más nos interesa es que, para seguir adecuadamente este argumento, tenemos que hacer un travelling con la cámara de atrás hacia adelante, forzando la profundidad de campo en las alejadas escenas del fondo, en un plano panorámico, según el orden indicado en el story board adjunto; luego hay que llegar al plano general de la cueva, con el protagonista en centro de campo, acceder a la escena de los dos actores principales, estructurada en plano-contraplano, usar una grúa ascendente en un travelling vertical, para dejar constancia del cuervo que vuela con el pan en el pico, y, por último, dirigir la cámara al rincón inferior izquierdo donde, en un plano medio largo y en picado, muere uno de los protagonistas ante la mirada resignada del otro, mientras el león de la Metro y su pareja cavan la fosa. Un montaje bastante lineal para un argumento típico de Hollywood, aunque con un final no muy feliz. Por cierto, el guión es de un tal Santiago de la Vorágine y forma parte de la saga La Leyenda Dorada, que es algo así como El Señor de los Anillos en cristiano.

Ignoro si Bergman se habría atrevido a rodar el desarrollo de esta sinopsis. Tal vez encontraría que le falta un poco de carga psicológica y algo más de sufrimiento o, al menos, de suspense o tensión. Pero Velázquez se atrevió, hace más de cuatrocientos años, a mostrar en un mismo decorado una historia sucesiva en el tiempo, repartiendo las secuencias aquí y allá en un montaje digno del mejor Eisenstein. Se montó su película, toda en exteriores diríamos, tres siglos antes de que se inventase el cine.

Y se quedó tan tranquilo, oyes... Art is so wonderfull!

1 comentario:

  1. Una historia preciosa y muy bien relatada, por Velázquez con su pintura y por ti con tus palabras. Gracias por este descubrimiento.

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