martes, 1 de febrero de 2011

86 / ¡OJALÁ LA HUBIESE CONOCIDO!



----------Max Ophuls dirigió en 1948 una joya del séptimo arte llamada Carta de una desconocida, con una Joan Fontaine que se esfuerza por parecer una adolescente y un Louis Jourdan muy por encima de la media de sus interpretaciones. La historia se centra en una muchacha que se enamora perdidamente de un apuesto gigoló que vive en su mismo edificio, aunque él no se entera de nada. La joven muere de tuberculosis -¡de qué si no en ese tiempo!- y sólo entonces el guaperas conoce por una carta de ella que ha sido el objeto silencioso de su amor y su deseo durante muchos años. Un blanco y negro fascinante y, sin duda alguna, una obra cumbre del melodrama, ambientada a principios del siglo XX.
----------Algo similar me pasó a mí, pero al revés, cuando vi por primera vez este Retrato de una desconocida (Louvre, París) de Edgar Degas. Me quedé prendado de la belleza clásica de esta mujer, que puede que para muchos no deje de ser una más del montón. Se trata de una de esas cosas que –aunque no sabes bien por qué- te fascinan. Es una obrita pequeña sobre lienzo –sólo 22x27 cm., un folio pequeño- y está realizada con una sencillez apabullante. Aún hoy me resulta difícil decidirme para aclarar qué es lo que me atrae de ella. No sé si es ese moño que corona una mata de pelo con irisaciones pelirrojas, la nariz potente y bien dibujada, o esa boca de labios húmedos y sonrosados. Tal vez sea el cuello, fino hasta la desproporción, que le da un sutil efecto de fragilidad. O el traje negro, o el pendiente rojo casi invisible que cuelga de su oreja. Sigo sin saberlo, pero ese rostro me sigue fascinando. Esa oreja en penumbra, apenas sugerida, me incita a acercar mis labios y a besarla con suavidad. No es una atracción erótica, puedo asegurarlo, ni tampoco se trata de un complejo de Edipo mal resuelto.
----------Esta mujer tiene una combinación de rasgos faciales que encuentro sencillamente perfecta. Da un aspecto de madurez femenina apta para encarnar a todo un género. Y, además, el hecho de ser una desconocida le infunde un misterio y una indefinición más atrayentes aún. Ni un nombre, ni siquiera un apellido. Sólo unos rasgos que otros puede que consideren vulgares y un peinado demodé y del montón.
----------Pero no puedo evitarlo: esta mujer me sigue fascinando cada vez que veo su retrato. ¡Ojalá la hubiese conocido en persona! Quizás mi vida habría tomado otro rumbo, ignoro si mejor o peor...

1 comentario:

  1. La mujer del retrato tiene cierto misterio, pero lo que sí me impactó es aquella película de la que hablas, así como la novela de Zweig que releí hace poco y me entusiasmó. Gracias por contar cosas tan interesantes.

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