domingo, 6 de febrero de 2011

87 / LA EDAD DE LA IRA


Pero su trabajo más representativo no son estos retratos, por muy VIP que sea la gente a la que pinta. La verdadera obra de Guayasamín se centra y toma carácter en todo lo contrario: los desarrapados del mundo, las víctimas de la sociedad, los miserables que sufren en sus carnes –pocas por otra parte- las consecuencias del capitalismo feroz y de la desigualdad.

Su gran obra fue una serie muy amplia llamada La Edad de la Ira. Por ella desfilan los símbolos de la opresión y de la injusticia. En el cuadro que abre esta entrada, una figura esquelética de medio cuerpo se lleva las manos a la boca para gritar. Podemos contar sus costillas y los huesos de los brazos se identifican con los músculos. La desesperación se refleja con claridad en su rostro. Pero no es una desesperación resignada, nada de eso, ni tampoco muda. Todo su cuerpo grita, porque eso es lo único que puede hacer: gritar y protestar.

Es un tipo de pintura de rasgos angulosos y agresivos. La técnica es rotunda, y normalmente el autor termina sus trabajos con golpes de espátula cargada de pintura mezclada con masilla o arena para dar una textura áspera. Lo que suele resaltar más es la boca abierta, plagada de filas de dientes afilados dispuestos a desgarrar, aumentando aún más con este detalle el aspecto agresivo de sus cuadros.

Anteriormente, el noruego Munch había pintado un famoso cuadro titulado El grito; pero, en el caso del pintor ecuatoriano, este grito se repite una y otra vez hasta que se convierte en un clamor: el clamor de los hambrientos y de los miserables que no tienen ni lo más elemental.

Porque, a pesar de no tener nada, nadie les puede quitar lo único que les queda: la posibilidad de gritar a coro, denunciando un mundo de preñado de injusticias, absurdo y desigual.

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