sábado, 12 de junio de 2010

53 / UN PINTOR ARREPENTIDO


--------Según Ramón Gaya, Velázquez era un “pájaro solitario” y, según Ortega y Gasset, un “pintor dominguero”, que pintaba sólo cuando otras ocupaciones más importantes se lo permitían o cuando el Rey, su señor, se lo ordenaba. Como prueba, resulta curioso que en su biblioteca personal no hubiese apenas libros de pintura y sí de otras muchas disciplinas. Era lento y racional en el trabajo –tipo Leonardo- y además utilizaba capas muy finas de óleo, lo que hizo posible que se diera el fenómeno que explicamos a continuación.
--------Debido a sus múltiples ocupaciones aparte de la pintura, el artista encontraba difícil hacer un cuadro de un tirón y tenía que dejarlo y retomarlo varias veces a lo largo del proceso. Ello propiciaba que, por ejemplo, a raíz de un viaje a Italia o simplemente porque su concepto se iba modificando con el tiempo, cuando volvía a una obra dejada a medio, algo no le gustaba y hacía la correspondiente corrección. Cubría con pintura la parte errónea y repintaba la nueva. Pero –y precisamente por aplicar capas tan finas de óleo- con el tiempo la pintura vieja ha ido aflorando a través de la fina capa de encima y a consecuencia de ello tenemos los famosos “pentimenti” -en castellano “arrepentimientos”- de Velázquez. Los encontramos en muchas de sus obras, pero los más llamativos están quizá en este retrato, de título Felipe IV a caballo, actualmente en el Prado (Madrid).
--------Observando la cabeza del Rey vemos que, en un principio, estaba más echada hacia adelante, pero Velázquez borró la punta del sombrero, el perfil del rostro y el hombro de la armadura para inclinar la figura un poco hacia atrás. Igualmente podemos observar que la banda rosa primitivamente ondeaba al viento desde el hombro, pero fue cubierta con el cielo y ahora ondea desde la cintura. Y lo más curioso lo tenemos en las patas traseras del caballo en postura de corveta, inicialmente más adelantadas, al igual que la cola y que, al aflorar la capa inferior de pintura, nos produce la sensación de que el animal tiene cuatro patas traseras -dos reales y dos fantasmales- que, unidas a las dos delanteras, suman seis y más incluso, si observamos la parte derecha.
--------Es realmente difícil encontrar una obra de Velázquez en la que no se logre, con un poco de atención, encontrar algún “arrepentimiento” más o menos significativo. ¿Y eso qué nos quiere decir? Pues que, como ya hemos dicho antes, pintaba a ratos y había largos periodos de tiempo en que dejaba de trabajar en el cuadro en proceso; también que era un pintor exigente, dispuesto a corregir lo que fuera necesario para mejorar el resultado. Y, por último, que es posible que por su taller –dada su celebridad de pintor cortesano- pasara mucha gente que aportara opiniones, algunas de las cuales serían acogidas positivamente por el artista.
--------Pero lo cierto es que Velázquez ha sido, en muchas ocasiones, un pintor “arrepentido”, en el sentido de que su objetivo no era exactamente ser inmortal por su obra, sino por otros motivos. Pero ésa ya es otra historia...

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