domingo, 6 de junio de 2010

52 / EL SOL DE SOROLLA


--------A mi entender de aficionado, en la pintura española ha habido tres superdotados, llamémoslos gigantes: Mariano Fortuny, Eduardo Rosales y Joaquín Sorolla. Los dos primeros, por un destino fatídico, fallecieron muy jóvenes, alrededor de los cuarenta y dejaron, además de una carrera truncada, un océano de promesas que nunca verán la luz.
--------Sorolla, que vivió hasta los sesenta años de edad –bastante para esa época- sí pudo cumplir su carrera y dejarnos una cantidad ingente de obras, la casi totalidad de ellas de una calidad superior. Después de sus estudios en Roma, el artista valenciano pasa por una etapa de reivindicación social, con obras que hoy llamaríamos de protesta, denunciando las injusticias y las desigualdades de la sociedad.
--------Pero lo bueno aún estaba por llegar y llegó cuando el artista se lanzó a desarrollar, de manera febril, el estilo que se dio en llamar plenairismo. Sorolla descubrió la potencia del sol del Mediterráneo y la fuerza de los temas costumbristas que tenía a su alrededor, en las mismas playas de Nazaret de la capital valenciana, sin necesidad de recurrir –como Fortuny- a los temas exóticos y a las batallas en el desierto africano, ni tampoco –como Rosales- a los grandes temas de la historia. Personajes vivos, pescadores del día a día curtidos por el sol y el esfuerzo, esposas saliendo cada tarde a esperar el regreso de la barca, niños desnudos y niñas con túnicas largas jugando sobre la arena, donde las olas mueren. Y, sobre todo, la luz.
--------El cuadro de arriba se llama Pescadores valencianos, fue pintado en 1895 y pertenece a una colección particular. La sencillez de la composición, con las dos figuras principales formando, con la que está sentada en la barca, una diagonal de izquierda a derecha y el detalle de la vela incompleta, son fruto de la influencia de la fotografía. A finales del siglo XIX, con más de sesenta años transcurridos desde que Niepce y Daguerre hicieran sus primeros ensayos, los típicos esquemas estructurales del arte clásico –en cuadrado, en L o en X- han cedido ante la espontaneidad y el instante decisivo de la imagen fotográfica. Y prácticamente todos los pintores de ese tiempo notan la influencia.
--------En esta obra, aparte de los tres personajes anónimos, espléndidamente dibujados, hay dos protagonistas esenciales: uno es el mar, sometido a mil y un cambios de color, debido a factores como la profundidad, la espuma, la arena, las sombras de los personajes o la barca. El segundo es la luz. Una luz matizada, en este caso rojiza porque está cargada de atardecer con hora concreta: la hora exacta de la vuelta de la barca tras el día de faena. Los pescadores limpian las nasas mientras aguardan la llegada de los bueyes que han de arrastrar la barca fuera del agua. Y la luz brilla en las mismas nasas en forma de reflejos y palpita en los sombreros de paja y en la camisa blanca; deslumbra en la espuma ondulante, en la tela amarilla del velamen y en la vela blanca del barco que va por el horizonte. Una luz omnipresente, que hace explotar, a los ojos de Sorolla, el colorido de todo lo que nos rodea y las mutuas coloraciones de unos objetos sobre otros.
--------Joaquín Sorolla, llamado el pintor de la luz mediterránea, es un gigante que ha estado muchos años oculto, por recato o por vergüenza, pero que desde hace poco, con las exposiciones recientes, está empezando a manifestarse y a brillar con luz propia...

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