sábado, 2 de enero de 2010

30 / NUESTRA ANUNCIACIÓN



--------Hoy no tengo más remedio que hablar de mí mismo. He que confesar que el cuadro al que más apego tengo de todos los que conozco directamente es La Anunciación de Fra Angélico y no sé bien por qué. Cada vez que mi esposa y yo hemos aterrizado por Madrid, normalmente para ver exposiciones, cine o teatro, nunca ha faltado una visita, aunque haya sido rápida, a este cuadro. Tal vez su atractivo radica en sus colores limpios, con matices propios de la pintura al temple. Quizá lo que me atrae es la elegancia e ingenuidad de las dos figuras principales, sus rostros despejados y sus actitudes discretas. La verdad es que no sé expresar qué es lo que me cautiva en esta composición sencilla, sin complicaciones ni aspavientos, escueta y límpida como un cristal.
--------Fra Angélico era un santo, aunque oficialmente se le llame Beato. Había nacido en un pequeño pueblo cercano a Florencia y vivió casi toda su vida como fraile en el convento de Santo Domingo de esta misma localidad. Él sabía y sentía que había nacido para pintar obras religiosas llenas de piedad y a ello se dedicó con afán. Dicen sus biógrafos que antes de pintar oía misa y comulgaba, para estar motivado en el tema y que cada vez que pintaba un crucificado lloraba por la emoción. Hasta tal punto sentía su trabajo como un encargo hecho por Dios y como algo que daba sentido a su vida.
--------Es un encanto ver cómo, entre las columnas renacentistas finas, elegantes y de estilo casi naïf, la figura del ángel se inclina con respeto y devoción ante la Virgen que está leyendo, con el libro sobre sus rodillas. Ese mismo respeto y decoro es el que recibe por parte de la figura de la Virgen, discreta y modosa, que se queda perpleja y sin habla ante el anuncio que acaba de recibir. Los colores son escasos: azules, rosas, ocres y blancos, pero tan matizados que parece que haya muchos más. Todo en la escena es orden y claridad: la arquitectura, las finas columnas, las bóvedas azules, la cortina, la puerta con el interior, el banco, el rayo del Espíritu Santo... Todo respira pureza de cuerpo y de mente y hasta el aire es puro. Cada detalle invita a la devoción y a la piedad. Incluso las figuras castamente vestidas de nuestros padres Adán y Eva, que son expulsados del Paraíso y lloran por ello.
--------Este cúmulo de motivos me impulsó a realizar una serie de variaciones sobre este cuadro que siempre me ha emocionado. Dicha serie se quedó al final en sólo tres o cuatro obras, de las cuales la que se adjunta es la primera y, para mí, la más conseguida. Está pintada con acrílicos sobre tela y mide 81x65 cm. No pretendí en ningún momento hacer una copia, sino una interpretación. Yo estaba por entonces saliendo de una etapa muy geométrica y colorística y quise hacer una especie de síntesis en líneas rectas. Por eso suprimí de las figuras los elementos pequeños, rasgos faciales, manos, etc... y me centré en componer con formas planas y con tonos degradados de color. Todo ello envuelto en una arquitecura en grises, con sutiles matizaciones y coloraciones muy tenues. Y aquí al lado se puede ver el resultado.
--------A unos les gustará y a otros no, pero para mí supuso una experiencia muy especial, por lo que desde entonces tengo el cuadro colgado en mi dormitorio. Y a veces sueño con él...

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