miércoles, 21 de marzo de 2012

138 / CRUCIFICADO DE FUCHS


El tema del crucifijo ha sido ampliamente tratado por los artistas de todos los tiempos a través de la historia del Arte. Cada uno le ha dado su impronta, adaptando el motivo a su estilo propio y a las modas del tiempo en que lo hizo. Pero el Crucifijo del alemán Ernst Fuchs -Colección privada, Viena- manteniendo en sustancia los mismos elementos que las crucifixiones tradicionales, es radicalmente diferente. ¿Blasfemo, irreverente? No me atrevería a considerarlo como tal, al menos de una forma intencionada. Yo veo en esta obra ante todo un afán por subvertir la iconografía utilizada hasta entonces, sustituyéndola por otra con matices diferentes u opuestos.

El esquema estructural es el clásico. El cuerpo del crucificado hace de eje de simetría y, a uno y otro lado de dicho eje se van repartiendo, en número similar, distintos elementos visualmente equivalentes. A los pies, donde correspondería estar a María Magdalena y a otra de las mujeres, encontramos dos seres rojizos metamorfoseados, extrañas mezclas de miembros -al estilo de las esfinges, las sirenas o las quimeras de la mitología- en actitud de fervorosa oración. La cruz se sumerge en un hueco rodeado por unos muretes de ladrillo, que suponemos puerta a un inframundo donde será posible –visto lo que vemos- encontrar los seres más sorprendentes.

El crucificado –que recuerda, en su extrema delgadez, al de Mathias Grünewald- es una pura exhibición de huesos y piel; luce unas orejas espantosamente grandes y está cómicamente tocado con una mitra episcopal muy desproporcionada. Lo curioso es que no le faltan ni las heridas, ni los latigazos ni las llagas de los pies, grandes y abiertas como bocas sangrantes.

Estamos, sin duda, ante una corriente derivada del Surrealismo. Este estilo necesita mantener en parte la apariencia de realidad para, subvirtiendo algunos elementos del conjunto, provocar un contraste fascinante capaz de “épater le bourgeois” (sorprender a la sociedad burguesa). Fuchs hunde las raíces de su formación en la cultura cristiana –de hecho fue bautizado para poder escapar del Nacionalsocialismo- pero estas raíces las interpreta con absoluta libertad, combinando por igual los principios de la religión y de la magia con las de la mitología y el esoterismo, convirtiendo un acto salvador en una escena con apariencia demoníaca y casi enfermiza.

Una muestra más de que el Arte, si es bueno, no tiene fronteras ni conoce límites. Es lo que es, sin más… ¡Cosas del Arte!

1 comentario:

  1. Con un saludo.
    Interesante su blog Dr. García.
    Lástima, el viento autumnal se ha llevado más allá de los sahumerios los últimos acordes de aquel Réquiem en re menor para Ernest Fuchs. Sin embargo, sus pinturas seguirán mostrando su ímpetu rebelde a una realidad crucificada que él abrazó muy a pesar. Por eso Fuchs hizo alarde con lo grotesco, para disuadir con disimulo al distraído creyente. Por otro lado, su partida resulta una tremenda pérdida para el arte. Seguramente Ernest Fuchs desearía prevenir desde su destino: ¡si deseáis estar con Dios, entonces seguid vivos!
    Por otro lado hago invitación a visitar mi zona web.
    Hasta pronto.

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