jueves, 1 de marzo de 2012

135 / CARAVAGGIO DECAPITADO


El pintor Caravaggio fue un personaje extraño y original. Se llamaba en realidad Michelangelo Merisi y nació en 1571, de familia bien posicionada, pues su padre era arquitecto del marqués de Caravaggio, de quien tomó el pseudónimo. Comienza sus estudios en Milán, luego en Venecia y acaba aterrizando en Roma, donde pasó unos años de penuria y sustentándose “a base de ensaladas”. En la Ciudad Eterna encontró padrinos que lo apoyaron económicamente, consiguiéndole encargos, por lo que pudo realizar, en apenas veinte años, una abundante obra pictórica de calidad superior. En alguna ocasión se vio involucrado en violentas reyertas, a veces con resultado de muerte, por lo que se cree que pasó varios años huyendo de la justicia, además de cortas temporadas en la cárcel. En Nápoles, a consecuencia de una pelea, “fue tan malherido que el rostro le quedó casi irreconocible”. Por fin, estando en Porto Ecole con la intención de regresar a Roma, pierde el barco de vuelta, por lo que “llegado a un lugar de la playa se acostó, enfermo de fiebre maligna y, sin ayuda humana, murió a los pocos días malamente, tan mal como había vivido”. Era el año 1610 y Caravaggio tenía, por tanto, 39 años.

A él se le atribuye la invención de la técnica tenebrista, basada en los contrastes bruscos de luz y sombra, para aumentar el efecto de volumen de las figuras. Fue un pintor muy imitado y tanto Velázquez como Ribera, entre otros muchos, fueron sus discípulos aventajados en este estilo tenebrista, también llamado caravaggista.

Era amante de los temas fuertes, naturalistas y sin concesiones a la blandura ni a la cursilería, lo que motivó que le rechazaran varios encargos que no gustaron a los clientes por ser demasiado “humanos” y, en ocasiones, sangrientos. Por ejemplo, realizó varias obras sobre el martirio de San Mateo -que murió decapitado-, sobre David cuando corta la cabeza a Goliat, sobre Judit sajando con la espada el cuello del general Holofernes, sobre la decapitación de San Juan Bautista y otros, episodios todos con un denominador común. Por lo que se ve, el tema de las decapitaciones le atraía, no sabemos si por el morbo de la sangre chorreando o por la posibilidad de representar los cadáveres con sus expresiones faciales sobrecogidas y patéticas, a consecuencia del rigor mortis.

Pero la cosa toma un nuevo interés cuando se comprueba que aún iba más lejos, pues está demostrado que, en todos los casos, las cabezas cortadas son siempre un autorretrato del mismo pintor, que disfrutaba identificándose con las víctimas, tanto más cuanto más sangrientas aparecían. Sin duda esta obsesión por la muerte violenta tiene algo de relación con esa parte de la vida que pasó huyendo acusado de homicidio y con su propio carácter incontrolado y, en ocasiones, exageradamente violento. En los fragmentos de cuadros que adjuntamos es fácil comprobar estas afirmaciones. Un excelente tema para un estudio psicológico exhaustivo. ¿A alguien le extraña que, según las crónicas, “muriese malamente, tan mal como había vivido”?.

Caravaggio es, por ello, el arquetípico y clásico pintor maldito: vivió intensamente, murió joven y dejó un bonito cadáver. Y yo me pregunto: ¿Qué obra habría dejado –en cantidad y en calidad- si hubiese llegado a vivir, pongamos, setenta años? Se me ponen los pelos de punta…





2 comentarios:

  1. Muy interesante el reportaje, en venideras ocasines, podría profundizar más respecto a este pintor, por ejemplo en su simbología pictórica.
    Muchas gracias.

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