lunes, 12 de diciembre de 2011

124 / DE TAL ABUELO TAL NIETO


Domenico Ghirlandaio era un buen pintor y un gran negociante al mismo tiempo, combinación poco usual. Fue muy famoso en Florencia por sus pinturas al fresco, a las que siempre incorporaba a algún personaje de su entorno para inmortalizarlo y así ganarse su favor. También hizo maravillosas pinturas sobre tabla, en las que retrató a la gente importante de su época, por ser el pintor de moda. Una de ellas es este doble retrato familiar con típico paisaje renacentista al fondo. Olivos y cipreses sobre colinas: ¡Esto es la Toscana! Aunque, bien mirado, esa montaña gris del fondo más parece flamenca que otra cosa...

Sasetti, Francesco Sasetti, como quien dice Bond, James Bond. Así se llama el abuelo del cuadro, que ya había encomendado otros encargos al pintor. Ahora quiere que le pinte un retrato que pueda dejar a su familia como recuerdo. Y Ghirlandaio lo representa en un momento de intimidad y de afecto, mientras abraza y es abrazado por su precioso nieto, que viste un atuendo típicamente florentino.

Y, como hay confianza, ni siquiera disimula ese rinofima que el anciano muestra en su nariz. Cualquiera diría que al viejo le gusta empinar el codo y por eso tiene esa “nariz de borracho” gruesa, tuberosa y enrojecida. Pero nada más lejos de la realidad. La deformidad nasal le viene de hace ya muchos años y es consecuencia de una enfermedad llamada rosácea que se manifiesta por una hiperplasia de la piel y de los folículos de la nariz, que acaba por tomar un aspecto nodular. A consecuencia de la hinchazón, los vasos sanguíneos quedan anulados y el organismo debe crear otros nuevos adaptados a la nueva situación. Siempre se creyó que esta enfermedad era consecuencia de la excesiva ingesta de alcohol, tesis que ya se sabe con certeza que es errónea. Es más, Sasetti trasluce en sus rasgos el carácter de un hombre tranquilo, dulce de trato y comedido de costumbres.

Pero, pasada la primera curiosidad por el aspecto nasal, lo que percibimos inmediatamente después es el inmenso torrente de afecto que circula entre abuelo y nieto, encarnado en las miradas de ambos y en la sonrisa, apenas esbozada pero plena de bondad, del anciano. El niño se lanza con frecuencia entre sus brazos, pero él lo percibe cada vez como si fuese la primera, como algo nuevo y maravilloso. El chiquillo –se nota en sus ojos- viene a contarle algún problema o la última contrariedad. Y sabe que siempre encontrará a su abuelo -rinofima incluido- dispuesto a escucharlo y a abrazarlo.

Por su parte, Ghirlandaio siguió cosechando éxitos en Florencia y fuera de ella. Pero su mayor gloria fue, sin duda, que por su taller pasó un joven de mal carácter al que le enseñó la técnica de la pintura al fresco. Y éste la asimiló de una forma extraordinaria.

Dicho joven se llamaba Miguel Ángel Buonarroti y, como quien no quiere la cosa, acabó pintando la Capilla Sixtina de Roma... ¡Casi nada!

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