viernes, 15 de julio de 2011

105 / MUNCH y VAN GOGH GRITAN JUNTOS




Esta de arriba es, probablemente, la pintura más expresiva de Edvard Munch, y también la más conocida. Se llama El grito y se encuentra en la Nasjonalgaleriet de Oslo. El autor vivió durante un tiempo en una comuna en Cristiania. Allí compartía con otros todo lo que tenía, y entre todos buscaban juntos el placer y el disfrute de la vida. A pesar de esto, el pintor noruego no pudo evitar ser un hombre atormentado y perseguido por los fantasmas interiores, como tantos artistas de su época –véase Soutine, Modigliani y algunos más-, para los que el suicidio era una de las Bellas Artes. Toda su vida estuvo marcada por el carácter taciturno de su padre, por su propia salud precaria y por la muerte de su madre y de su hermana.

Su escuela venía directamente de Van Gogh, que mana del sufrimiento, y las contrariedades y su misma angustia interior le hacían dibujar sobre el lienzo o el papel líneas atormentadamente curvas y sinuosas y utilizar los colores a contracorriente, fuera de todo control realista o representativo. Este impulso les venía a ambos sin duda del viento del norte donde, según las estadísticas, se da el mayor porcentaje de suicidios del mundo. Ambos, además, sentían la necesidad de poner por escrito lo que querían expresar en sus cuadros, un poco al estilo de la pintura oriental.

Tenemos la suerte de poder leer lo que el mismo artista escribió sobre este cuadro concreto: “Estaba andando por un camino con dos amigos. Se puso el sol. Sentí un ataque de melancolía. De pronto el cielo se puso rojo como la sangre. Me detuve y me apoyé en una barandilla, muerto de cansancio y miré las nubes llameantes que colgaban como sangre, como una espada sobre el fiordo azul negro y la ciudad. Mis amigos continuaron caminando. Me quedé allí temblando de miedo. Y SENTÍ QUE UN GRITO AGUDO E INTERMINABLE PENETRABA EN LA NATURALEZA...”

El mismo autor deja claro que es la misma naturaleza la que grita. La figura que está atravesando el puente se lleva las manos a los oídos y tiene la boca abierta, pero cualquier sonido que salga de ella está ahogado por el remolino que la rodea. El cuerpo se ondula ante la fuerza de su propio grito, y lo mismo les ocurre a las nubes y a la superficie del mar. Igual que le pasa al cielo y a los cipreses de Van Gogh, que se curvan bajo el peso de su mismo vórtice, de su misma agitación interior.

Esto es puro lenguaje expresionista, si es que hay que llamarlo de alguna manera. Los dos pintores se sienten totalmente acordes con la naturaleza que les rodea y vibran al mismo ritmo que ella. La figura de Munch grita también al unísono con el paisaje de Van Gogh. Sólo así se entienden las sentidas descripciones del entorno que hace Vincent en sus escritos-, hasta completar el libro llamado Cartas a Théo.

Edvard Munch no parece haber dejado un testamento literario tan amplio -aunque sí nos ha legado numerosos textos-, pero en sus colores y en sus pinceladas se esconde la misma angustia que en los lienzos de Vincent. Ambos acabaron siendo víctimas de su entusiasmo y de su entrega absoluta al arte y a la expresión, utilizando lenguajes propios e irrepetibles.

Ambos gritaron fuerte y existencialmente, pero sólo tras su muerte el eco de su alarido ha conseguido llegar hasta nosotros. ¡Lástima…!

1 comentario:

  1. Ha mi hija le encanta ei cuadro del grito y el del viento ademas se lo han fotocopiado en el campamento y lo ha pintado a su gusto

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