sábado, 9 de julio de 2011

104 / ¡NUMANCIA HA CAÍDO!


Este es uno de los cuadros que se recuerdan de los libros escolares de la infancia: los héroes de Numancia, los que prefirieron morir antes que sufrir la vergüenza de ser sometidos. Sin duda, todos o casi todos los pueblos tienen un suceso parecido en su historia; lo que no tengo tan claro es si todos tendrán también un cuadro tan excelente que lo recuerde. Lo pintó Alejo Vera en 1880 en la Academia de Roma, donde estaba becado por el Estado Español y en la Exposición Nacional de 1881 recibió la Cruz de Isabel la Católica. Actualmente está en la Diputación Provincial de Soria.

Para la gente de su tiempo, ésta es la cara y las actitudes que han de tener los héroes que son capaces de dar su vida por el honor y la libertad. En medio de una ciudad incendiada, junto a las mismas puertas de la muralla, unos pocos personajes teatralizan el heroísmo de todo un pueblo que, según los críticos de la época, “prefirió la muerte al oprobio de la esclavitud romana”.

El centro del cuadro presenta una exposición de las diferentes maneras en que una persona puede morir por la Patria: un noble que acaba de matar a su esposa e hijo se clava un puñal en el pecho; detrás de ellos, un anciano ruega de rodillas a un soldado que le quite la vida, a lo que éste, horrorizado, responde apartando la vista; a su lado una mujer toma una copa de veneno; un muchacho blande el puñal que inmediatamente va a clavar en su propio cuerpo y, por último, un numantino semidesnudo parece desafiar a los romanos que acaban de atravesar la puerta diciéndoles como con sorna: “No os molestéis en matarnos, porque ya nos hemos adelantado nosotros”.

Lo interesante de esta composición -por otra parte muy teatral, bastante afectada y sin duda artificiosa-, está en la elección del instante decisivo. Se trata de compendiar en una sola escena lo que han sido meses y puede que años de asedio, de sufrimientos y de hambre por parte de los asediados y de acoso feroz por parte de los asediadores. El artista elige precisamente el momento en que los romanos –los atacantes- entran en tromba por la puerta de la muralla y se encuentran con un espectáculo dantesco: los vencidos les han robado hasta el placer de poder apresarlos o matarlos. Esta es una actitud indigna sin duda de las leyes de la guerra. “¿Qué pintamos nosotros aquí –parecen decirse los soldados- si ellos mismos se están liquidando entre sí?”

“En una lucha desigual -se dice el pintor a sí mismo-, el vencido puede convertirse en vencedor si lo pinto capaz de desafiar a la muerte y lo represento henchido de heroísmo”. Con ello se compensa la clara inferioridad militar de un pueblo que no duda en ofrecer resistencia al ejército más poderoso del mundo, las legiones romanas.

“En el futuro -piensan los pocos numantinos que aún quedan con vida- nos recordarán con agradecimiento y admiración, pintarán un cuadro sobre nosotros y saldremos en los libros que los niños estudiarán en las escuelas. Engrandecerán nuestra ciudad provinciana con murallas ciclópeas y habrá humo, mucho humo...

Con nuestra muerte voluntaria compramos la inmortalidad y además fomentamos el turismo. ¡Soria también existe...!: “Voy camino Soria...”

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