lunes, 17 de mayo de 2010

49 / ¡VAMOS AL FOLIES BERGÈRE!





--------¡Vamos al Folies Bergère, porque dicen que hay una camarera guapísima!, -puede que exclamasen muchos en tiempos de Manet, en especial los voyeurs y los salidos. Y así era en efecto. Pero Edouard Manet no sólo fue a verla, sino que dejó constancia de ella en este maravilloso cuadro que quedó como una auténtica lección de pintura para sus seguidores, los impresionistas que le venían pisando los talones.
--------Por más que nos esforcemos no vemos el bar, sólo vemos su reflejo. Para ello debemos situarnos frente a la muchacha, un poco desviados hacia la derecha. Ahora sí. Nosotros somos el hombre que está hablando con ella, pidiendo una consumición y viendo el reflejo de la espalda de la chica y su propio rostro. Pero el bar existe -o al menos existía- y este cuadro –actualmente en la Tate Gallery de Londres- lo testifica. Además, es el bar de moda, al que va toda la progresía, los artistas, los poetas y los desocupados más chic. Toda la high society.
--------La chica, desde luego, es una muñeca. Tiene un pelo rubio natural precioso, con un flequillo recortado sobre las cejas, lo que ayuda a resaltar un par de ojos marrones y grandes. Sus labios son carnosos y sensuales y viste con coquetería. No otra cosa es la cinta negra que lleva al cuello con el camafeo dorado y ese ramo que le tapa el escote. Jamás se le olvida colocar sobre el mostrador un par de rosas en una copa con agua. Otro detalle, aparentemente insignificante, pero que nos dice que no es una chica del montón. Lleva un vestido de terciopelo negro, muy ceñido y perfectamente abotonado, con puntillas en pecho y mangas. Todo su atuendo respira buen gusto y recato.

------ - Mademoiselle, est-ce que vous pouvez bien me servir...?
--------La muchacha gira la vista hacia el hombre que le está pidiendo una absenta, la bebida del momento. Sus ojos tristes y sus manos apoyadas en el mostrador denotan un cansancio comprensible. Lleva desde primeras horas de la mañana detrás de la barra y ya es media tarde. A un lado y otro de sus manos se agolpan las botellas de champán, las de cerveza y un par de vino rosado. Nunca falta la menta, tan del agrado de los artistas, de los poetas y de los solitarios. Y unas mandarinas en un frutero, un capricho personal que, además, da un toque de color.
--------Detrás bulle el tout Paris. Bueno, en realidad se trata de su reflejo. Parejas que se lanzan requiebros, falsos poetas que intentan inútilmente rimar palabras, pintores fracasados que ahogan su fracaso en absenta, señores encopetados, damas con sombreros ladeados de ala ancha y, encima, las tulipas esféricas de las luces y la lámpara central, un prodigio de colores y de reflejos.
--------Pero a ella nada le importa todo esto. Sólo tiene ganas de marcharse a su buhardilla a dormir. Porque mañana, otra vez vuelta a empezar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario