--------Se llamaba Eugenia Martínez Vallejo y había nacido en Bárcena, provincia de Burgos. Con sólo cinco años ya pesaba setenta kilos, por lo que fue llevada a la corte de Carlos II el Hechizado para ser exhibida como atracción de feria y así sacar a sus padres de pobres. Lleva una manzana en cada mano, porque tenía la pobrecilla un apetito insaciable. Aunque puede que manzanas fuese lo que menos comiese...
--------El pintor real de entonces, Juan Carreño de Miranda, le pintó dos retratos y en los dos se le percibe un ligero estrabismo, o sea que uno de los ojos miraba contra el gobierno. Parece que desde pequeña se le disparó la secreción de hormonas suprarrenales, lo que la llevó de cabeza a una obesidad mórbida, de la que no se escapa la típica “cara de luna” innata a este síndrome. Un descontrol del tejido adiposo la condujo a este estado, por el que todos en la corte la llaman “la monstrua”. Murió a los 25 años de edad, puede que asfixiada por su propio peso.
--------En el primero de los retratos, Carreño la muestra vestida con un elegante traje rojo con adornos florales y puños de seda. Igual que su predecesor Velázquez, este pintor intenta ennoblecer a la modelo, ocultando sus puntos débiles y sus aspectos más desagradables. La figura llena el espacio, sin duda, pero los dos lacitos de gasa roja del pelo le dan un toque infantil que intenta contrarrestar el efecto demoledor de la mole corporal.
--------En el otro retrato, del mismo tamaño que el primero, la niña aparece totalmente desnuda. Aunque ya le resulta imposible disimular su elefantiasis, el pintor le incorpora un racimo de uva y una hoja de parra con la que poder ocultar púdicamente su sexo. Coronada de uvas y con frutas sobre el soporte que le sirve de apoyo, esta imitación del dios Baco no es más que una excusa para poder acceder al desnudo femenino, sólo permitido en los motivos mitológicos para evitar problemas con la Inquisición.
--------Hay quien ve en estos dos cuadros un claro antecedente de las majas –la vestida y la desnuda- de Goya. Lo cierto es que el pintor –no demasiado bueno, por cierto- la trata con respeto y casi con ternura. El siglo XVII trajo consigo una cierta curiosidad científica hacia estos fenómenos de la naturaleza –entre los que están los enanos de Velázquez o la mujer barbuda de Ribera- y en la colección real llegó a haber unos cuantos cuadros sobre seres deformes, niños siameses y otras rarezas.
--------Un entretenimiento más para el dolce far niente de la Corte...
--------El pintor real de entonces, Juan Carreño de Miranda, le pintó dos retratos y en los dos se le percibe un ligero estrabismo, o sea que uno de los ojos miraba contra el gobierno. Parece que desde pequeña se le disparó la secreción de hormonas suprarrenales, lo que la llevó de cabeza a una obesidad mórbida, de la que no se escapa la típica “cara de luna” innata a este síndrome. Un descontrol del tejido adiposo la condujo a este estado, por el que todos en la corte la llaman “la monstrua”. Murió a los 25 años de edad, puede que asfixiada por su propio peso.
--------En el primero de los retratos, Carreño la muestra vestida con un elegante traje rojo con adornos florales y puños de seda. Igual que su predecesor Velázquez, este pintor intenta ennoblecer a la modelo, ocultando sus puntos débiles y sus aspectos más desagradables. La figura llena el espacio, sin duda, pero los dos lacitos de gasa roja del pelo le dan un toque infantil que intenta contrarrestar el efecto demoledor de la mole corporal.
--------En el otro retrato, del mismo tamaño que el primero, la niña aparece totalmente desnuda. Aunque ya le resulta imposible disimular su elefantiasis, el pintor le incorpora un racimo de uva y una hoja de parra con la que poder ocultar púdicamente su sexo. Coronada de uvas y con frutas sobre el soporte que le sirve de apoyo, esta imitación del dios Baco no es más que una excusa para poder acceder al desnudo femenino, sólo permitido en los motivos mitológicos para evitar problemas con la Inquisición.
--------Hay quien ve en estos dos cuadros un claro antecedente de las majas –la vestida y la desnuda- de Goya. Lo cierto es que el pintor –no demasiado bueno, por cierto- la trata con respeto y casi con ternura. El siglo XVII trajo consigo una cierta curiosidad científica hacia estos fenómenos de la naturaleza –entre los que están los enanos de Velázquez o la mujer barbuda de Ribera- y en la colección real llegó a haber unos cuantos cuadros sobre seres deformes, niños siameses y otras rarezas.
--------Un entretenimiento más para el dolce far niente de la Corte...
probablemente sufria del sindrome de prader willi. Quien se burla y hace ironia barata sobre esta pobre criatura (antes y actualmente) son solo ignorantes y bestias sin conciencia.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con su comentario, parece mentira que no hayamos evolucionado casi nada en este ámbito. Por cierto, el estrabismo ligero es uno de los síntomas del Prader Willi, no es probable que tuviera intención política.
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