sábado, 17 de abril de 2010

45 / UNA JUDITH Y LA OTRA




--------Gustav Klimt dedicó su vida entera a amar a las mujeres y a pintarlas. Mientras las pintaba, las amaba y las embellecía, estilizándolas hasta el límite de lo imposible. Pero además de retratar a las mujeres a las que amaba y con las que se acostaba, como buen hijo del Simbolismo echó mano en ocasiones de los emblemas femeninos de principios del siglo XX, heroínas capaces de dominar al hombre a su antojo. Uno de estos emblemas, junto con Salomé, Ofelia y la Dame sans Merci, fue Judith.
--------Judith es un personaje sacado del Antiguo Testamento y que, además, tiene en él libro propio. Liberó a su pueblo del asedio de Holofernes, general del ejército enemigo, utilizando para ello sus mejores armas: su encanto, su belleza y su inmenso poder de seducción, su sex-appel. Cuando lo hubo enamorado y emborrachado, le cortó la cabeza. Este último detalle es el que propicia que, en ocasiones, sea confundida con Salomé, la hija de Herodías, que luce en el arte la cabeza de
Juan Bautista.
--------Klimt
hizo dos versiones distintas de este bellezón. La primera –la de arriba, de la Österreichische Galerie de Viena- causó un escándalo tremendo en la sociedad de su tiempo. Nunca había sido representada así una mujer de la Biblia, que se supone debía tener un cierto toque casto y recatado, si no devoto. Con melena a la última moda y con una ancha gargantilla de oro, nos muestra parcialmente su trofeo –la cabeza del hombre después de la decapitación-castración. Para conseguirlo se ha visto obligada a echar mano de su hermosura atrayente, erótica y seductora. Y está orgullosa de ello, como indica esa sonrisa que esbozan sus labios. Nos mira desafiante, sin intentar en ningún momento ocultar su pecho joven y terso, mientras acaricia con delectación la cabeza amoratada de Holofernes.
Es la viva imagen de la liberación sexual y de la venganza de género.
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La segunda imagen de JudithGalleria d’ Arte Moderna, Venecia- es como otra vuelta de tuerca con respecto a la anterior. La mujer seductora y atractiva se ha convertido en ave de presa, en fiera devoradora de hombres. Tras la decapitación, y llevando aún el trofeo colgado de su mano izquierda, se entrega sin disimulo al disfrute del éxtasis vampírico, del orgasmo sangriento. Sus ojos semicerrados y perdidos, su boca entreabierta y sus manos crispadas como garras así lo demuestran. En ningún momento intenta disimularlo.
--------No es sólo la mujer depravada, la femme fatale que busca el placer por encima de todo. Es la mujer depravadora, la hembra-pecado cuya belleza, en la proximidad, llega a ser letal para el hombre. Es la vampiresa hambrienta de sangre, la fiera voraz con permanente apetito, la mujer diabólica. Su figura, muy estilizada para adaptarse al formato exageradamente alargado del cuadro, su pecho pequeño y puntiagudo y el color pálido de su piel así lo corroboran. Flota entre gasas y tules, pero es totalmente real –no un fantasma virtual ni un mero objeto artístico- y puede estar esperando al hombre para acabar con él de mil formas, cada una más refinada que la anterior.
--------Todo muy decadente, muy simbolista, muy a caballo entre el XIX y el XX. A lo lejos se oyen cantos de sirenas. De sirenas modernistas, claro...

1 comentario:

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