sábado, 20 de febrero de 2010

37 / LA MUCHACHA DEL SOMBRERO ROJO


--------Jan Vermeer era un cuco. Se dice que, para conseguir esa maravillosa expresión en las caras de sus retratados y ese realismo en las telas y en los ambientes, echaba mano de la linterna mágica y de la cámara oscura, según sus necesidades y sus propósitos, igual que hicieron luego, en los 80's, los hiperrealistas americanos con los proyectores de diapositivas. Era lento trabajando y un cuadro le duraba bastante más de lo que los clientes hubieran deseado. En esto se parecía a Leonardo da Vinci, que también trabajaba a ritmo de blues, en lugar de a ritmo de samba como Rubens o Picasso.
--------Este cuadrito, titulado La joven del sombrero rojo –título bastante obvio- es una fuente inagotable de cotilleos familiares. Por ejemplo, se sabe de muy buena tinta que la retratada no es otra que María, la hija del pintor y que no es la primera ni la última vez que posa para su padre. Aparece en más de media docena de los escasos cuadros de Vermeer, cosa bastante comprensible si se tiene en cuenta que es sin duda la modelo que tiene más a mano. Se nota que ya es veterana en estas lides, por la naturalidad en el posado y por la manera, no diré descarada pero sí inquisitiva, de mirarnos a los espectadores.
--------Pero esto no es todo. Hace poco, un profesor de Nueva York ha lanzado el rumor de que, como ya se sabía, la retratada es la hija del pintor, pero que el cuadro –y esto no se sabía aún- no fue hecho por Vermeer, sino por la misma María. O sea, que se trata de un autorretrato. Esto sí que es un notición, sobre todo teniendo en cuenta lo poco usual que era en aquel tiempo, en plenos siglos XVI y XVII, que un artista enseñase el oficio a su propia hija. A un hijo cabe; a un pariente, si tenía condiciones, puede ser, aunque lo más normal es que los aprendices de pintores viniesen al taller, pagasen en ocasiones al maestro y le ayudasen a realizar las tareas complementarias, como moler los pigmentos, cribarlos, mezclarlos con aceite y cosas así. Pero, ¿enseñar pintura a una hija...? ¡Rara avis!
--------Entonces, ¿se debe deducir de esto que Vermeer era un negrero que tenía a su propia hija trabajando para él sin ver un céntimo y negándole incluso la posibilidad de pasar a la posteridad firmando sus cuadros? Aquí ya entra la cuestión monetaria, porque ambos, el pintor y María sabían –y estaban de acuerdo en ello- que, a la hora de vender la obra, el precio no iba a ser el mismo si estaba firmado por un padre famoso y admirado que si aparecía con la firma de una joven aprendiz atrevida que, según las malas lenguas, descuidaba sus labores domésticas para ensuciar telas con los pinceles. Esa era la mentalidad de entonces y así estaba el mercado. Y por muy Vermeer que fuese, vivía del trabajo de sus manos y tenía que pagar las facturas...
--------Desde luego, el retrato es una joya. Ese rayo de luz que aclara y enrojece el borde del sombrero ilumina al mismo tiempo la mejilla, la gorguera y parte del abrigo con que la muchacha se defiende del frío reinante. Pero algo tarde, porque la humedad que sube de los canales de la ciudad de Delft y el frío ambiental han hecho presa en la modelo. Lleva encima un costipado de mil demonios o, peor aún, una gripe con peligro de neumonía. Porque si no, ¿de dónde le viene ese brillo en los ojos congestionados y propensos al lagrimeo y, sobre todo, esa boca permanentemente abierta?
--------El diagnóstico está más claro que el agua: tiene las fosas nasales taponadas por el catarro y se ve obligada a respirar por la boca, con lo que las amígdalas se le terminarán inflamando y, entonces, ¡a la cama con cuarenta de fiebre! ¡Pobre hija...!






1 comentario:

  1. Humor y Arte. De la mano, como buenos amigos. Me parece medicina muy recomendable. Los efectos espirituales, terapéuticos, de la belleza potenciados por uno de los "sentidos" menos sensoriales, el del humor, del que a veces carecemos. Una terapia revitalizadora para cualquier edad, pero sobre todo para mayores... sin reparos.
    El cuadro, sencillamente una joya. Da igual si de Vermeer o de su hija.

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