sábado, 27 de febrero de 2010

38 / ¡QUÉ JUANA MÁS LOCA!



--------Lo de Juana la Loca ya está empezando a ser preocupante. A los pocos días de la muerte de Felipe el Hermoso, su marido, se organiza el séquito funerario para trasladar los restos a la Capilla Real de Granada. Durante el trayecto, de vez en cuando Juana abre la caja para comprobar que no le han robado el cadáver; no deja que se acerque al féretro ninguna mujer, ni consiente en pernoctar en conventos de monjas, sino sólo de frailes, por puros celos de su esposo muerto. La comitiva anda únicamente por la noche porque, según Juana en su delirio, “una mujer honesta, si ha perdido a su marido, que es su sol, debe huir de la luz del día”.
--------El pintor Francisco Pradilla tenía cuando pintó esta obra –actualmente en el Museo del Prado- sólo 29 años. Al empezarla estaba convencido de haber encontrado una historia con un gran atractivo e impacto popular, pues combinaba la pasión arrebatadora de un amor no correspondido, la locura por desamor, los celos desmedidos y la necrofilia. Estos elementos que, de una u otra forma se dejan vislumbrar en este cuadro de 3x5 m., aportan a la escena un dramatismo trágico difícilmente superable. El autor tuvo el acierto de situar la escena a campo abierto, en donde el paisaje desolado y yermo, el suelo embarrado, el árbol seco, el cielo plomizo y sobre todo el viento frío y desapacible que agita las llamas de las velas son elementos que potencian -y mucho- el efecto dramático y luctuoso.
--------La Infanta, vestida de terciopelo y de riguroso luto, está plantada entre el féretro y una hoguera cuyo humo casi corpóreo nos da una idea del frío reinante. En la incipiente redondez del vientre se ven indicios de su embarazo de la Infanta Catalina de Austria. Su porte es grave, su expresión seria y doliente, tiene las pupilas fijas y la mirada perdida en el vacío. Nada, excepto el velo, se mueve en su figura. El terciopelo negro que la cubre tiene peso y calidad táctil, por lo que permanece inmóvil. Las damas y los caballeros del cortejo mantienen una actitud grave y toda la naturaleza está en silencio, como cuando se avecina una tormenta. Pero, en este caso, la tormenta va por dentro y su epicentro está en esos ojos desencajados e inexpresivos de Juana la Loca, clavada como se encuentra al suelo en el mismo centro geométrico de la escena.
--------Se comentaba por los mentideros madrileños que era tal el afán de realismo del pintor que, después de investigar los atuendos cortesanos propios del siglo XVI, él mismo seleccionaba los cortes de tela apropiados y los enviaba al sastre para confeccionar los vestidos que luego habían de lucir los modelos. Y también se dice que, urgido por el tiempo, terminó la obra en sólo seis meses, entregándola en el plazo previsto, sin borrar ni repetir nada.
--------De ser así, pocas veces se ha dado en la pintura española tanta clarividencia y tamaña maestría...

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