viernes, 18 de diciembre de 2009

28 / EN LA U. C. I.

             Antonio López nació en Tomelloso en 1936. Estudió Bellas Artes de Madrid. Se le considera representante del realismo mágico. En su trabajo toca todos los temas, aunque podríamos decir que lo suyo son los retratos. Lo mismo retrata un lavabo, un fregador o una nevera que pinta el retrato de alguna calle del viejo Madrid. Incluso retrata a las personas y, con frecuencia, consigue llegar hasta su alma para, posteriormente, ponérsela en los ojos.

            En 1969 un amigo suyo tuvo que ser ingresado y sufrió una operación delicada. Antonio fue a visitarlo, quedó impresionado por el estado del paciente, tomó algunos apuntes rápidos y luego, ya en su taller y con un modelo, reconstruyó la escena del hospital. Le ayudó como asesor un médico que vivía cerca. Este fue el resultado.

            Se trata sólo de un dibujo a lápiz carbón sobre papel, ni siquiera de gran tamaño. Por cierto que no sé por qué digo lo de "se trata sólo" como si el hecho de ser un dibujo y no un cuadro menoscabase el valor y el interés de la obra cuando yo, personalmente, valoro el dibujo por encima de todo. El hombre yace desnudo sobre una cama articulada, no sabemos si en coma o fuertemente sedado. En la parte izquierda se concentra una suave penumbra, mientras que, en la derecha, luce su reflejo un paño blanco que le han colocado sobre las piernas.

            Por la boca le entra el cable que le ayuda a respirar. Por la nariz, sujeto con un esparadrapo, otro cable más fino de la sonda que recoge las secreciones digestivas. A su hombro derecho llega el del electrocardiograma, que le controla las constantes vitales. Cerca de su muñeca derecha se le clava la vía para la infusión gota a gota de suero. Por debajo de la pierna le sale el tubo de la sonda que recoge la orina segregada por los riñones. Cables gruesos o finos, oscuros o transparentes, de entrada o de salida. Cables para todo.

            Pero, por suerte, no aparecen los aparatos a los que están conectados dichos cables. Antonio es un esteta y sabe que los avances técnicos, con sus botones y sus pantallas, sus interruptores y sus conexiones, en arte quedan fatal. Hubo hace unos años un futurista italiano que proclamó que un coche de carreras –de los entonces, bastante feos por cierto- era más bello que la Victoria de Samotracia y la Mona Lisa juntas. Pero yo -y creo que Antonio también- ¡qué queréis que os digamos...! ¡No hay color...!

            Un simple dibujo puede llegar a crear sobre el papel un ambiente mágico. Pero ¿se mantendrá esta magia cuando el enfermo despierte, se levante y se incorpore a la rutina del día a día por las calles de la capital?

            Al menos esta imagen perdurará mientras dure el papel que le sirve de soporte...

 

 

 


1 comentario:

  1. Es un dibujo impresionante. Aparte del cuerpo lleno de cables, que ya sobrecoge, está esa penumbra que lo envuelve, ese aire enrarecido que parece estar también contaminado de gravedad. Revelador para mí, que no conocía más que algunas de sus pinturas.Como siempre, gracias.

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