sábado, 3 de octubre de 2009

LAS DOS MUJERES DE MUNCH






--------Volvemos a Edvard Munch y a su problema. Su problema que siempre han sido las mujeres, desde que quedó traumatizado por la temprana muerte de su madre y de su hermana. Este hombre es capaz de las contradicciones más patentes. Normalmente tiene un concepto muy negativo del género femenino, al que considera como algo perverso y corrosivo, unas veces vampiro y otras devorador de hombres. Repasando sus obras he encontrado dos versiones opuestas de la mujer, al menos conceptualmente. Puede que sea interesante que las analicemos con un poco de atención.
--------La primera imagen –la de arriba, una litografía en colores- se llama Madonna y representa a una mujer en pleno éxtasis sexual frente a su amante. Echa los brazos hacia detrás de la cabeza, lo que la obliga a sacar el pecho. Tiene una larga cabellera que se confunde con el fondo. Sus ojos cerrados casi parecen tener la cuencas vacías. La expresión es de languidez y de placer. El mismo pintor escribe sobre ella:
“Tu rostro encarna toda la belleza del mundo. Tus labios, carmesí como fruta en sazón, se entreabren como en un gesto de dolor. Ahora la vida y la muerte se dan la mano. Se ha engarzado la cadena que une los miles de generaciones pasadas a los miles de generaciones por venir...”
-------- ¿Qué está pasando? ¿Me he perdido algo? Pues pasa, más ni menos, que la mujer está representada en el momento mismo de la fecundación. Un instante glorioso para ella porque perpetúa la especie y un instante vergonzoso para el macho que queda reducido al papel de simple zángano. Aquí la mujer –bien lo indica el título Madonna- deja de ser objeto de peligro para convertirse en sujeto activo, en impulsora del encuentro sexual y de toda la humanidad. En este duelo, ella es la que sale favorecida y la protagonista absoluta. Deja de ser el elemento pasivo para tomar las riendas de su vida y de su fertilidad –la maternidad-, que la hace crecerse ante sí misma y ante el mundo. Bien lo expresan los símbolos que aparecen en el marco: varios espermatozoides ondulantes a la carrera y, en un rincón, el fruto de la ovulación, el feto que colmará a la mujer de plenitud y hará sobrevivir la especie. Tal vez el toque negativo resida en que, seguramente, ésta sea la única capacidad que Edvard Munch, en su misoginia, reconoce en la mujer, fruto, como se dijo al principio, de su problema no resuelto.
--------La otra imagen, la antípoda, es el segundo dibujo, otra litografía titulada El pecado, de 1901, en la que Munch, tras un esfuerzo sobrehumano por indagar en las zonas positivas de la mujer, vuelve a las andadas y la presenta como un vulgar desnudo pelirrojo de aspecto ajado, con expresión de estupidez abotargada, bovina, de animal estúpido y gregario. No se trata siquiera –hélas!- de la femme fatale de mirada perversa, lo que aún le daría un cierto dominio sobre el hombre, sino de una víctima innata, de un simple objeto de usar y tirar, de un juguete roto.
--------Ésta, lamentablemente, semeja la imagen femenina más real que podía brotar del cerebro y la sensibilidad de Munch. La otra, la de la madre, más parece fruto de un momento de debilidad, de un ataque de generosidad y de idealismo de corta duración...

2 comentarios:

  1. Gracias, Anónimo. Seguimos en la brecha, que decían los tapa agujeros. Un abrazo. Ig.

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