domingo, 2 de agosto de 2009

LA COLUMNA ROTA

             Frida Kahlo es un caso poco corriente dentro del mundo del arte. Sus incidencias físicas y sentimentales fueron un buen caldo de cultivo para la realización de una obra artística muy personal e irrepetible. Fue esposa del muralista mejicano Diego Rivera y con él compartió una vida de altibajos y de tensiones, entre el amor y el desamor.

            Desde pequeña arrastraba una pequeña cojera a consecuencia de la poliomielitis que padeció con sólo seis años. Toda su vida fue una permanente superación de las catástrofes físicas que la asediaron y pasó sus 47 años de vida entre operaciones, abortos, amputaciones y periodos de rehabilitación. A veces parece que estamos hablando de la Cenicienta del cuento, pero sin príncipe ni zapato de cristal.

            La cosa tocó techo en su adolescencia cuando, yendo en un autobús urbano, éste chocó contra un tranvía y una barra de hierro incontrolada atravesó el cuerpo de la muchacha, provocándole en el esqueleto diecisiete fracturas. Entonces comenzó un calvario de hospitales que Frida logró sublimar gracias al arte. Su principal motivo fue ella misma y su tema predominante el dolor.

            Un ejemplo típico de su obra es este cuadro titulado La columna rota –Museo Dolores Olmedo, Ciudad de México- en el que juega con la doble acepción de la palabra columna, sustituyendo su columna vertebral por una columna jónica clásica hecha añicos. El autorretrato fue siempre su principal vehículo de expresión y en todos los casos trata su propio rostro y su cuerpo en general con una sinceridad apabullante. Tiende a resaltar aquellos detalles de su anatomía que son característicos y la individualizan, como esas enormes cejas unidas y esa sombra de pelusilla sobre el labio superior. Y, de forma especial, trata con una objetividad y una frialdad admirables su cuerpo abierto en canal, sujeto por las correas ortopédicas para evitar que se abra del todo y sembrado de clavos repartidos aquí y allá, símbolo del dolor que la aquejaba permanentemente y con el que tuvo que acostumbrarse a convivir.

            Tanto el dibujo –que tiene un toque naïf muy característico- como la aplicación del color son burdos, como corresponde a una persona que ha comenzado a pintar ya de mayor y que ha sido totalmente autodidacta. Pero, en este caso, los resultados plásticos ceden terreno ante la sinceridad de esta representación de un cuerpo magullado y de esa cabeza que, firmemente asentada sobre la columna, expresa decisión y ganas de vivir. Algún crítico ha relacionado esta imagen con la de San Sebastián atravesado por las flechas. Flechas o clavos, poco importa, pues ambos son símbolos del dolor permanente que penetra hasta los huesos.

            El paisaje, en tonos verdes pero totalmente árido y yermo no hace sino potenciar el efecto de desolación. Pero el rostro niega esta realidad y mira hacia el futuro mientras parece decir: "Mientras haya vida habrá lucha". La pintura de Frida Kahlo nos conmueve porque es sincera y directa. Salma Hayek produjo y protagonizó una película sobre ella, titulada simplemente "Frida" (Julie Taymor, 2002 ).


2 comentarios:

  1. Fuí a ver la película sobre la vida de Frida cuando se estrenó, me pareció muy buena. Siempre he sido una fiel admiradora de esta artista tan visceral.

    ResponderEliminar
  2. Resulta increíble que, apesar de una vida tan esclava de la enfermedad y la desgracias, tuviese la voluntad de hacer una obra tan personal. Y a pesar también de su marido, excelente pintor pero que, como persona debía ser casi insufrible. ¡Gracias!

    ResponderEliminar