sábado, 15 de agosto de 2009

DÍA Y NOCHE ENGAÑANDO

             "Todo dibujo es engaño", nos decía con frecuencia Leonardo da Vinci en sus escritos. Y M. C. Escher, curioso grabador holandés, lo aprendió a las mil maravillas y se dedicó toda su vida a dibujar una gran cantidad de obras que tratan todas sobre el engaño, sobre la mentira -visual, por supuesto. Una de las primeras es ésta, titulada sencillamente "Día y noche".

            Nos encontramos en un sitio elevado de Holanda, oteando un paisaje de pueblos y campos sembrados. (Primera mentira, porque en Holanda hay sembrados y pueblos, pero ni un solo sitio elevado. El país entero es plano como el vientre de una top model). Todo lo que aparece a la izquierda se refleja a la derecha, con simetría especular, a partir de un eje imaginario que estaría situado en vertical en el centro mismo del cuadro.

            El pueblo sestea junto a un río con gabarras a la izquierda, bajo la plena luz del sol, y su gemelo de la derecha, en cambio, duerme un sueño profundo, porque está envuelto por la más oscura noche. Ambos ríos tienen sus puentes y los pueblos sus molinos y sus almacenes. El de la izquierda es una serpiente blanca a la izquierda y el de la derecha una culebra negra. Los rectángulos de los campos sembrados son alternativamente blancos y negros, como los de un tablero de ajedrez. De ahí, evidentemente, viene el título, sin mucho misterio.

            Pero el misterio comienza ahora: empezando por abajo, y según vamos subiendo la mirada, los campos geométricos de cultivos van sufriendo una progresiva metamorfosis, perdiendo sus contornos rectilíneos y acercándose paulatinamente a la forma final de una bandada de patos que vuelan, los negros hacia la izquierda y los blancos hacia la derecha, buscando obviamente el contraste con el fondo, para poder ser vistos y admirados, cosa que nos gusta a todos.

            Pero no son dos bandadas más de patos –cosa que casi todos podríamos dibujar-, sino que lo verdaderamente admirable y meritorio es que entre los patos negros y los blancos no queda nada de espacio libre: es decir, que el hueco que hay entre cuatro patos negros es otro ánsar blanco que vuela en dirección contraria y viceversa. Esto ya no todos seríamos capaces de hacerlo, reconozcámoslo. Aunque no es poco que lo veamos...

            El bueno de Escher nos ha metido, en un pequeño grabado en madera, todas estas key words: día y noche, patos, contaste blanco y negro, metamorfosis y otras que no digo. Y para más inri, los patos vuelan en ambas direcciones y en perfecta formación en punta de flecha, como los ciclistas, para cortar mejor el aire. Unos vuelan hacia el día y otros hacia la noche más oscura. No nos meteremos en simbolismos, porque eso nos llevaría muy lejos, más lejos que a los patos...

            Este Maurits Cornelius Escher es increíble. Cada pequeña obra suya es capaz de hacernos perder el sueño, si nos empeñamos en analizarla con atención. Nos sumerge en mundos imposibles y absurdos y nos hace, a veces, hasta dudar de lo que vemos. Y de lo que más adelante veremos.

            A otras entregas me remito, compañeros...


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