Son amigas y se aman. Lucen hermosas
cabelleras, negra una y rubia la otra, y sus cuerpos revientan de hermosura y
de plenitud. Tendrán alrededor de veintitantos y han descubierto el amor mutuo
y las caricias que llevan al placer y al éxtasis. Cada una adora el cuerpo de
la otra y van juntas a todas partes, cogidas de la mano. Son lesbianas y no tienen necesidad de esconderse ante nadie.
Hoy
domingo, siguiendo la clásica costumbre parisina –tantas veces pintada en el
aestilo impresionista- dedican la mañana a pasear por las orillas del Sena. Es
agradable pisar la hierba, coger ramos de flores y sestear bajo las ramas de un
árbol después de un largo paseo en barca. Hace un calor sofocante y tienen
ganas de quitarse algo de ropa, pero se contienen porque la ribera del río es
un continuo pasear de parejas y familias con niños. Por eso se tumban
indolentemente –foto
1- sobre el suelo fresco, junto al tronco de un árbol, y dormitan.
La rubia lleva una pamela de ala ancha y ya ha descabezado un sueño. Aún
sostiene en su mano el ramo de flores cogido mientras paseaban. La morena está
aún medio adormilada y la lasitud de su cuerpo se nota en los ojos apenas
entreabiertos y en la dejadez de las manos.
Así
las descubrió Gustave
Courbet y así las plasmó en este lienzo que está en el Petit Palais de París. Las actitudes de ambas
muestran una animalidad y una conducta instintiva que causó estupor e indignación
entre los críticos moralistas de la época. Nunca nadie se había atrevido a
representar con tanto descaro la entrega de estas dos mujeres al sopor y al
placer de la pereza y el abandono. Son las demoiselles de la
Seine y así las llaman quienes las conocen.
Cuando
llega la noche –foto
2-, se entregan al disfrute de sus cuerpos sobre la cama de un
pequeño apartamento abuhardillado en la zona alta de Montmartre. No es lujoso y sólo
tiene un dormitorio, pero para ellas es suficiente. Les bastaría con cualquier
rincón donde cupiese una cama en la que poder librar sus batallas amorosas. Se
diría que éstas son movidas, si no violentas, a juzgar por el collar de perlas
que aparece roto sobre la sábana y la peineta caída entre las piernas de ambas
amigas. Tras el combate carnal ante el jarrón con el ramo de flores que
trajeron de las orillas del Sena por la mañana, se entregan de nuevo al sueño
reparador, enredadas las piernas y en contacto íntimo los cuerpos. Son las lesbianas del barrio,
la morena y la rubia. Todo el mundo las conoce y ellas piensan que
no tienen por qué esconderse. Así las encontró de nuevo Courbet y de esta forma quedaron
pintadas para la posteridad en este otro cuadro, también del Petit Palais, titulado El
sueño.
Sin duda sueñan la una con la otra y sus manos se buscan
incluso mientras duermen. Las dos
transpiran corporeidad y sus cuerpos pletóricos de vida y de amor sienten que,
mientras se tengan mutuamente y tengan juventud, todo irá bien. Después…, qui peut
savoir ça, mes amis?
Como una novela en imágenes. Gracias, Ignacio.
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