domingo, 6 de mayo de 2012

143 / EL FARO DE ALEJANDRÍA



El faro de Alejandría fue supuestamente construido, según unos por Ptolomeo II, mientras que otros se lo atribuyen a Alejandro y algún despistado a Cleopatra. Sobre los espejos que, según afirman los autores antiguos, había en la famosa edificación –levantada en la pequeña isla de Pharos, de ahí su nombre- y que servían para reflejar la luz de una antorcha a grandes distancias, se plantean varias hipótesis, cada una más fantástica que la anterior. Por ejemplo, se dice que en lo alto de la célebre torre había un conjunto de espejos pulidos que, además de mostrar el porvenir hasta con un año de antelación, advertían con toda certeza sobre si habría buenas cosechas o no y avisaban de la llegada de los enemigos a una distancia de hasta 50 millas. Estos espejos, dicen algunos historiadores, estaban fabricados con hierro de China, material que hasta hoy nadie ha sabido decir qué es exactamente. Bernard de Montfaucon afirma que “la extraordinaria altura de la torre hacía que el fuego que se encendía en ella pareciese la luna. Pero cuando se veía de lejos parecía más pequeño y tenía la forma de una estrella muy alta sobre el horizonte”.
Según otros textos antiguos, la torre del faro estaba firmemente asentada sobre cuatro cangrejos de cristal instalados bajo el mar, a 20 pasos de profundidad, rematando su parte superior en un sarcófago de ámbar y una aguja dorada a la que iban sujetos los espejos fabricados, no con cristal, sino con mármol de Menfis, un material –según se decía entonces- diáfano como una gema. Sobre esos cangrejos, a modo de juego de ruedas, se podía desplazar toda la construcción. Otras crónicas afirman que estaba provisto de instrumentos muy notables y de autómatas que seguían la marcha de las horas, de los astros y de los barcos...
El faro, que aparece al lado en monedas y grabados antiguos, ha sido tradicionalmente considerado la segunda de las maravillas del mundo antiguo, junto con los jardines colgantes de Babilonia, las pirámides de Egipto, y algunas otras hasta siete. Últimamente se comenta que han sido hallados los restos de la ciudad de Alejandría, a no sé cuántos metros bajo las aguas del Mediterráneo. Si se encontrasen los cimientos del edificio, tendríamos la certeza de que al menos existió; con el tiempo la imaginación humana se ha ido encargando de idealizarlo y de crear fantásticas leyendas sobre él, sus usos y sus funciones.
Mientras tanto, lo más parecido a él que tenemos es nuestra Torre de Hércules, a las afueras de La Coruña. Tampoco está tan mal, y el que no se consuela es porque no quiere…
           

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