viernes, 9 de septiembre de 2011

113 / LA PIEDRA DE LA LOCURA


Todos sabemos que la miseria es mala consejera y que los tiempos de hambre obligan a agudizar el ingenio. Por eso parece que en la época medieval abundaban los sacamuelas que iban por los pueblos extrayendo dientes y sacando las piedras de la locura. Con nada montaban un tenderete como el que se ve en este cuadro llamado El cirujano, de Jan Sanders van Hemessen, actualmente en el Prado.

Sobre la mesa se muestra un título –naturalmente falso- de doctor capacitado para ejercer este oficio y en el poste hay colgadas algunas piedras que certifican que también se tratan los síntomas de la locura. Por entonces se estaba seguro de que a los locos les había crecido una piedra en el cerebro y que ella era el motivo de los ataques. El altar del sacrificio ya está preparado. Ahora sólo falta esperar al primer ingenuo que llegue para sacarle los dineros al mismo tiempo que los dientes o las piedras. El pseudomédico va acompañado de su esposa que, tras haber atado al enfermo a la silla con unas telas, le sujeta la cabeza para que se mueva lo menos posible. Detrás está la hija de ambos preparando un ungüento cicatrizante para la herida.

El paciente tendrá alrededor de unos veintitantos o treinta años. Es alto, fuerte y cuando le viene un ataque de locura trae mártir a su madre, ya anciana, que considera que todo lo que le pasa es un castigo del cielo. La pobre reza desesperada a la derecha, rogando por la curación de su hijo que, cada vez que se vuelve loco, reparte palos a diestro y siniestro.

El truco siempre es el mismo: el cirujano comienza poniendo cara de preocupación mientras abre una herida sajando la frente del enfermo con dificultad y, en el momento oportuno, su esposa, debidamente entrenada, desliza hábilmente una piedra dentro de la incisión, piedra que el falso médico extrae rápidamente et voilà!- con el consiguiente alivio del enfermo y de sus familiares, que regresan al pueblo más ligeros de cabeza y de bolsa.

Este timo medieval también tuvo su parte positiva. En tiempos de la Inquisición, muchos de los que eran acusados de brujería pedían ser sometidos a esta operación y de esta forma eran catalogados como locos y no como brujos, librándose así de la muerte en la hoguera. Ya sólo les quedaba salir con vida de una intervención quirúrgica de este tipo que, dadas las escasas medidas higiénicas de entonces -¿dónde está la mascarilla, dónde los guantes y la bata del pretendido cirujano?- entrañaba más riesgos quizás que la misma hoguera. Porque la operación se las traía, pues te dejaba seguro un boquete en la frente y quizás un dolor de cabeza de por vida. Tan era así que muchos preferían seguir locos, según dicen unos versos que corrían por la Holanda de entonces:

Si al fin has de sufrir tan horrorosos

momentos de dolor cuando te operan,

no es raro hallar a algunos que prefieran

conservar, porque son muy temerosos,

las piedras que tan crueles les laceran.

Muchos, sin duda, se librarían de este tormento, pero el Arte, fiel observador de cada época, ha dejado constancia cumplida de lo que fue y ya no sigue siendo… (Snif, snif!, diría el lenguaje del cómic, con un toque de nostalgia…)

3 comentarios:

  1. Mme ha interesado muchísimo la interpretación de este cuadro que conocía, desconociendo, sin embargo, este timo medieval. Me preciaba de saber bastante de la Edad Media, pero hoy he aprendido algo nuevo para mí. Muchas gracias. De todas formas, peor que la hoguera...nada.
    un saludo

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  2. No quiero cirujanos medievales....prefiero la locura...jajaja....un bonito escrito....acabo de conocer tu blog y me ha gustado mucho....te invito a pasar por el mio..

    un fuerte saludo

    fus

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  3. Perdòn Ignacio se me olvidò seguirte ya me di de alta.....

    un fuerte saludo

    fus

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