viernes, 15 de abril de 2011

95 / OLIMPIA, CARNE FRESCA


----------Hacia mediados del siglo XIX reinaba en Francia, proveniente de Inglaterra, la mentalidad victoriana, hipócrita y estructurada en etiquetas y convenciones sociales. Por entonces también - estamos en 1892-, el pintor Eduard Manet conoce a Victoria Meurent, la convierte en su modelo y pinta la Olimpia (Jeu de Paume, París). El escándalo fue supino. El cuadro fue rechazado de los Salones oficiales, invadidos por la pintura “pompier”, blanda y almibarada en torno a temas cursis e infumables.

----------Pero esto era carne fresca. Siglos antes, Tiziano había pintado sus Venus, tumbadas también en la cama -que fueron la fuente de inspiración para Manet- y nadie se escandalizó por esos desnudos integrales en actitudes muelles y perezosas. Pero, entonces, ¿qué está pasando? ¿Por qué a unos sí y a otros no? Muy sencillo: por aquel entonces sólo se admitía el desnudo si estaba justificado por un argumento mitológico o histórico. El hecho de ser Venus las de Tiziano –o al menos llevar ese título- daba bula al maestro italiano para exponer generosamente ante al público la anatomía femenina, sin más límites que los del pudor reinante. Pero ¿cómo este pintor advenedizo –Manet- pretende hacer arte del cuerpo desnudo de una mujer sacada de la calle, que más parece una prostituta que otra cosa? ------------------------- Tiziano situaba sus Venus en un jardín florido o en un gran salón con ventana al fondo y, a veces, con un músico puesto al clavicordio. De esta forma, la carga erótica que pudiese contener el cuerpo femenino quedaba muy suavizada, pues se veía envuelta en los ropajes de otras disciplinas más etéreas, como son la poesía del paisaje o la música, la más pura de las artes. Pero, en el desnudo de Manet, ¿dónde están los jardines renacentistas y dónde la suave melodía de una música de clavecín? Nada de ello encontramos.

----------Sólo se ve un fondo oscuro y opaco. Nada hay que nos pueda desviar la atención de ese cuerpo levemente rollizo y bien formado que se estira con pereza sobre una cama ya deshecha, lo que trae connotaciones eróticas. Y, en lugar de un músico al teclado, tenemos a una sirvienta negra –negra, para más inri, en una época de mentalidad colonialista- que acerca un gran ramo de flores, regalo sin duda de algún admirador –o cliente- de la señora Olimpia. Y, a los pies de la cama, un gato negro erizado que nos mira con cara de pocos amigos.

----------Olimpia sabe que no es Venus -ni falta que le hace-, pero está orgullosa de su cuerpo, de su pecho generoso y de su pubis que, en un gesto recatado, oculta con la mano. Con ellos se gana la vida. Y, además, no le importa echarse en la cama con los chapines puestos. ¡Chula que es una! El cuadro fue rechazado por el Salón Oficial y Manet organizó, con otros de su cuerda, el Salón de los Refusés (rechazados), en oposición a la pintura oficialista, blandengue y anacrónica. Una revolución social estaba pidiendo una revolución artística, que llegará años más tarde con el Impresionismo.

-----------El cuadro fue muy apreciado entre los seguidores del artista, y hasta el mismo Cézanne hizo su propia versión –foto adjunta-, llamada La moderna Olimpia (Jeu de Paume), en la que ésta aparece más despelotada aún, con más ganas de guerra, con la cama más deshecha y con mirón incluido.

----------Pero, eso sí, no falta la criada negra ni el gran ramo de flores... ¡Ah!, y el gato se ha convertido en perro. Cosas del Arte…

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