sábado, 29 de agosto de 2009

LA OREJA CORTADA

            ¿Es narcisismo que Van Gogh se pintase más de cien autorretratos, superando a Rembrandt que, hasta entonces ostentaba el récord mundial? En absoluto; más bien se trataba de una necesidad, ya que no tenía dinero para pagar modelos y él mismo se resultaba un modelo barato. La obsesión por pintar lo obligaba a, cuando sentía la necesidad inapelable de manchar telas, enfrentarse a lo que más a mano tenía, en este caso su propio rostro, dejando así una crónica descarnada de su evolución física y psicológica.

            Entre los numerosos autorretratos choca, por lo poco usual, éste titulado Autorretrato con oreja vendada y pipa, de 1889, que está actualmente en una colección particular de Chicago y del que hizo distintas versiones. Llama la atención, en primer lugar, la delgadez de su rostro, luego el gorro de piel con que se cubre, a juego con el chaquetón de color verde oliva y, por último, la llamativa corporeidad de las volutas de humo que se dibujan sobre el fondo extrañamente rojo y naranja, siempre en colores puros.

            Vincent tenía el sueño de crear una especie de hermandad de artistas –para lo que alquiló la llamada Casa Amarilla- que viviesen en algo similar a una comuna, teniendo todo para todos y dedicándose al arte con la misma obsesión que él. Pero Van Gogh sólo ha habido uno -que acabó clínicamente loco- y a su llamada no acudió más que Paul Gauguin que, por entonces, tampoco tenía mucho que perder. Tras una acalorada discusión en la que intentó agredir a Gauguin con un cuchillo de cocina, Van Gogh se fue al aseo y allí, ante el espejo, se automutiló, como castigo por haber intentado, en un momento de locura, atacar a su único amigo. Esta es la versión que cuenta la excelente película de Vincente Minnelli El loco del pelo rojo (1956), con Kirk Douglas como protagonista.

            Pero, recientemente, se han dado una serie de hallazgos que hacen discurrir el suceso por otros derroteros. Según los historiadores alemanes Hans Kaufmann y Rita Wildegans, lo que en realidad sucedió fue que, a la entrada de un burdel en Arlés, ambos pintores discutieron y Gauguin, hábil espadachín, rebanó la oreja de su amigo con un certero golpe de sable. O sea, le dio un sablazo y no de tipo económico precisamente.

            De haberse dado la correspondiente denuncia, Gauguin habría dado con sus huesos en la cárcel y Van Gogh se habría quedado más solo que la una, por lo que el desorejado agredido optó por callar y, en último extremo, autoimputarse.

            Por ahora es sólo una hipótesis que está aún sin demostrar palpablemente. Lo que sí parece probable es que el proceso de locura del pintor pudo tener uno de sus motivos en la intoxicación progresiva por el contacto a través de la piel con las pinturas, varias de las cuales contienen derivados del plomo, siendo, por lo tanto, altamente venenosas. Otros pintores no llegaron a perder la cabeza sino que, simplemente, la palmaron...


1 comentario:

  1. pepito de los palotesjueves, 19 enero, 2012

    porque te cortaste la oreja chiquillo ahora no escuchas igual que antes jajajja a

    ResponderEliminar