jueves, 4 de agosto de 2011

108 / ¡POBRES CHICAS… LAS ESPIGADORAS!


Millet es el pintor de la vida pura y sin complicaciones del campo. Un pintor rural, diríamos hoy. Seguramente él mismo se crió en algún pueblo o aldea y creció con las costumbres de los campesinos. Al amanecer, con los primeros rayos, hay que estar ya en el tajo. Luego se corta para almorzar, después de nuevo para comer y echar un rato de siesta a la sombra y, como cierre, más trabajo hasta que el sol se pone. Una cena frugal, un ratito de tertulia –lo justo para fumar una pipa- y a la cama, para poder comenzar de nuevo al día siguiente.

Este cuadro, Las espigadoras, llegó a ser un símbolo para muchos artistas de su tiempo, sobre todo para los más jóvenes, tanto por sus planteamientos puristas y transparentes como por su estilo austero y sin concesiones. Una pintura sencilla de técnica, lo que no quiere decir en ningún momento que sea facilona, sino ajustada y adaptada al tema que representa. Cada cuadro de Millet es como un himno cantado en mitad del campo a la vida sin ambiciones, a la naturaleza en su aspecto más cotidiano, a un estilo de vida ensalzado por el poeta Horacio en su poema Beatus ille (Feliz aquél).

No son segadoras, trabajo totalmente vedado en aquel entonces a las mujeres. Son espigadoras, es decir las que, una vez segada la mies, dan un último repaso al campo para recoger las espigas que se han ido cayendo de las gavillas o las que los segadores han ido dejando sin recoger. Es una labor que obliga a doblar el espinazo para poder llegar al suelo. Por eso una de las mujeres, la de la izquierda, se echa la mano a los riñones para, con el contacto, amortiguar la sensación de dolor. Las tres tienen manos recias acostumbradas a trabajar bajo el cielo de sol a sol. Forman parte de la masa anónima que no sale jamás en los periódicos ni tampoco pasará a la historia, al menos con nombre y apellidos. Pero la luz las envuelve, la vida de trabajo al aire libre las mantiene fuertes, se lo pasan bien juntas y no necesitan nada más.

¡Qué distinto este otro cuadro de Van Gogh sobre un tema similar! Las mujeres, inclinadas sobre lo que sea que estén recogiendo, son sólo sombras fantasmales de sí mismas, sin rostro y sin manos, escuetas masas oscuras que se recortan con esfuerzo sobre la línea del horizonte. Allí había ambiente bucólico, aquí sólo hay sufrimiento y esfuerzo desmesurado. Allí el cielo es límpido y transparente y el aire puro; aquí la tormenta se está fraguando por encima de sus cabezas y puede descargar de un momento a otro.

Las dos caras de una misma moneda: Millet es la cara y Van Gogh la cruz. El primero entona un poema de colores y el segundo sufre con cada una de las campesinas. Aquél es canto y alegría y éste es sólo llanto. El yin-yang de la vida, el alfa y la omega, la luz y la sombra... ¡Qué se le va a hacer! Cosas del arte…

3 comentarios:

  1. El perspectivismo nos enseña la diversidad de visiones sobre un mismo motivo o tema; no hay dos seres humanos que vean lo mismo al mirar una misma cosa.
    ya lo decía Ramón de Campoamor:

    En este mundo traidor
    nada es verdad ni es mentira
    todo es según del color
    del cristal con que se mira.

    Y aunque estemos hablando de arte pictórico y no de pareceres, la cuestión es en puridad la misma; Un celaje luminoso u oscuro, una labor vista como gozo o como carga...
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Gracias, Rosa, por tus ajustadas palabras. Todo en la vida tiene dos caras y el Arte no podía ser ajeno a ello. Nuestro trabajo es localizarlas y enfrentarlas para formar una sola moneda. Un abrazo.

    ResponderEliminar