miércoles, 18 de mayo de 2011

98 / ÁNGEL Y DEMONIO


¡Cuán cierto es que todas las cosas tienen dos caras y que cualquier acontecimiento es susceptible de ser mirado desde al menos dos puntos de vista! A principios del siglo XX, un poeta menor como Ramón de Campoamor ya lo sentenció con sus versos moralizantes a la par que ripiosos:

“En este mundo traidor

nada es verdad ni es mentira;

todo se ve del color

del cristal con que se mira”.

Algo así pasa, curiosamente, en dos pasos de Salzillo que se encuentran en el Museo murciano del mismo nombre, en la capital. Nos referimos a La oración en el huerto y a La caída. En la primera nos vamos a centrar en la figura del ángel, prototipo del ser ambiguo, que baja del cielo y, apoyando su mano sobre el hombro de Jesús en actitud de darle ánimos, le señala el cáliz que representa el conjunto de sufrimientos que va a padecer. En La caída analizaremos la imagen del sayón que, con saña y con auténtico disfrute, se dispone a descargar sobre el cuerpo de Jesús un golpe de maza claveteada, al tiempo que le agarra con la mano izquierda un mechón de cabello para evitar que lo pueda esquivar.

Bueno, ¿y cuál es el misterio? ¿Dónde está la sorpresa?

Muy sencillo. Si os fijáis con atención, podréis descubrir que ambos rostros, el del ángel y el del verdugo, son muy similares y está prácticamente demostrado que Salzillo se inspiró en el mismo modelo para la confección de las dos caras. Ambas tienen rasgos parecidos y una cabellera pelirroja del mismo color y, más aún, del mismo tono. Sólo que, en un caso, el pelo está apenas movido por la brisa nocturna mientras que, en el segundo caso, la agitación del cabello es una muestra, una más, de la agitación interior del personaje.

En el sayón, y a partir del mismo modelo –es más fácil deformar que mejorar- el escultor murciano alarga la cara y endurece los rasgos; arruga el entrecejo hasta que ambas cejas casi se juntan; resalta los pliegues de ambos lados de la nariz y consume las mejillas para dar la idea de una vida de vicio y degeneración. Al mismo abre la boca del sujeto y exagera las arrugas de la frente. Todo ello, unido al efecto de agitación que nos transmite el cabello revuelto y en desorden, así como la mirada sombría y perdida, configura en cierta medida el rostro de la maldad y de la traición. Es sin duda la cara de un ser intrínsecamente perverso.

Ángel y demonio, singularización del título de la obra de un escritor de cuyo nombre y estilo, como Cervantes, no quiero acordarme. Día y noche, sombra y sol: maniqueísmo. El bien y el mal, las dos caras de una misma moneda. Ambos se necesitan y ambos conviven a nuestro alrededor. Y el Arte, como fiel testigo, para demostrarlo…

1 comentario:

  1. Es un excelente comentario, además de didáctico. Me ha gustado aprenderlo, a la vez que agradecer la forma en que señalas, describes la dicotomía artística en la coincidencia de modelo.
    Muchas gracias.

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