
----------A mediados del siglo XIX, los Salones de Arte parisinos se llenaron de figuras desnudas en las actitudes más variadas. Se puso de moda el intento neoclasicista de revivir y actualizar la antigüedad griega y romana y todos los pintores que se consideraban vanguardistas se aplicaron con locura a pintar guerreros y mujeres, todos ellos desnudos, en escenas que reflejaban los argumentos más variopintos. Los hombres casi siempre llevaban en la cabeza el casco de guerra que a algún crítico, harto del fenómeno, le trajo a la mente la figura de los bomberos; sólo que, en vez de llevar mangueras en las manos, llevaban espadas.
----------Por eso lo bautizaron como el estilo “pompier" (bombero en francés). Unos cuadros representaban heroicas hazañas del pasado y otros la vida cotidiana en Grecia y Roma, pero en todos aparecían con profusión guerreros con cascos de pompier y mujeres desnudas. Diciéndolo con palabras de entonces, “musculosos muchachos con casco de bombero y mozas en porretas por exigencias del guión”. En todos se busca con ahínco la proporción perfecta, el estilo acabado y relamido, el parecido y los temas trascendentes y teatrales. En sus actitudes, los personajes muestran una grandilocuencia petulante y un esteticismo ñoño y ridículo, rayano en la cursilería. Es la cumbre del academicismo y muchos espectadores tocaban el cielo con las manos ante tanta maravilla.
----------Los pompiers no eran malos pintores, sólo que se dejaban llevar por la vorágine de la moda pompier y se les iba la mano en la forma de exaltar lo que para ellos era la belleza, lo bonito y lo “mono”, sin sentido alguno del ridículo. Hoy diríamos que habían caído en las garras del kistch, del arte que sólo es apariencia y no aporta nada de contenido, ni en sus planteamientos plásticos –que persiguen con afán el parecido fotográfico- ni en sus argumentos, inmersos las más de las veces en la absoluta banalidad. Los mismos nombres de los artistas nos remiten a la rimbombancia, a la nobleza decadente y a lo cursi: Adolphe William Bouguereau –autor del cuadro de inicio-, Anne-Louis Girodet de Roussy-Trioson -que pintó el siguiente, llamado La muerte de Endimión-, Eugène Emmanuel Amaury Pineu Duval -que perpetró ese cursilísimo Nacimiento de Venus de la figura 3- y el mismo Jean Louis David que, perdido ya su empuje revolucionario y napoleónico, se refugió en el estilo pompier, como se puede ver en la última imagen, Venus y Marte. Y corto porque la lista se haría interminable...
----------Se trata de un tipo de pintura relamido, carente de fuerza y rebosante, en cambio, “de tetas o musculitos en composiciones grecorromanas inverosímiles con muchachitas tiznadas o desarrapadas con cara lánguida”. Y venga a montar salones oficiales llenos de desnudos, de cascos y de pompiers sin manguera, hasta que la gente quedó saturada y se cansó. La situación llegó a ser insostenible y estaba pidiendo a gritos un cambio...
----------Este cambio vino de la mano y los pinceles de Courbet y más tarde de Manet que, hartos de antigüedades y de gestas heroicas, plantaron su caballete ante la realidad viva del día a día y cerraron los ojos al pasado, abriéndolos al futuro.
Y ese futuro se llamó Impresionismo. Así, como suena…