domingo, 13 de septiembre de 2009

ÍO Y JÚPITER I

             Desde luego, Júpiter era un genio del ligue. Por eso no había mujer que se le resistiese. Como era transformista, podía tomar la imagen de quien se le antojase. Y ante eso no hay quien compita. A Leda la fecundó transformándose en cisne, a Dánae en nube de oro, a Dafne en laurel y a Ío en niebla. Menos poético pero no menos eficaz, porque el resultado fue el mismo: niño a la vista.

            Ío era hija del dios Ínaco, que además era un río. La vio el dios de los dioses y se quedó prendado de ella, pasando a ser su conquista un asunto de resolución inminente. Mientras ella tomaba el sol desnuda junto al río, Júpiter bajó en forma de niebla gris y la abrazó, copulando con ella y dejándola embarazada. Difícil es, sin duda, disfrazar a alguien de niebla, pero Correggio, en este magnífico cuadro del Museo de Viena, supo poner a la nebulosa, junto a la de la mujer, una cara sugerida y atenta, además de esa zarpa como de oso que le abraza blandamente la cintura. Pero lo más expresivo está en el rostro de Ío. Aquí sí que no puede decir que la ha pillado por sorpresa. La cabeza echada hacia atrás, los labios entreabiertos, los ojos semicerrados y el cuerpo tenso son códigos con los que el arte, desde antiguo, ha intentado expresar el éxtasis sexual. Por eso levanta la mano derecha como intentando sujetar el vacío. Es el arrobamiento propio del clímax erótico, con gran semejanza con el arrobamiento de Santa Teresa en la escultura de Bernini, aunque en este último se trata de un éxtasis de otra naturaleza más platónica.

            El realismo de la expresión de Ío y lo explícito de la escena en sí debió provocar no poco escándalo en su tiempo y posteriormente. Se cuenta que, ya en el siglo XVIII, Luis de Orleans, hijo de un famoso libertino que además era regente de Francia, compró el cuadro e inmediatamente ordenó su destrucción, asestando él mismo la primera cuchillada a la tela. Un ataque de lujuria pintado provoca, curiosamente, un ataque de ira real. Menos mal que un tal Charles Coypel, director de la galería de palacio, recogió los pedazos y pudo reconstruir el lienzo en su totalidad, excepto la cabeza que tuvo que ser repintada por otro artista.

            ¿Qué expresión vería el tal Luis de Orleans en la mujer del cuadro para tacharlo de pornográfico e intentar hacerlo desaparecer? Correggio, artista de encendida sensibilidad, no veía frontera entre el culmen del amor sagrado y el humano. El éxtasis –ahora lo llaman orgasmo- es similar, sea provocado por un dios imponente o por un simple mortal. La única frontera existe quizás en nuestra cabeza. En realidad, todo se reduce a unas convulsiones y a una agradable sensación de deseo satisfecho. Aunque, tratándose de este artista, lo mejor que surgió de ese instante de éxtasis fue esta misma obra, un desnudo espléndido y una solución ingeniosa a la vez que hermosa para Júpiter y su afán transformista.

            Pero la historia no termina aquí. La diosa Hera, esposa de Júpiter, enterada de la infidelidad –una más- de su marido, mandó apresar a Ío, por lo que el dios, para proteger a su amante, la transformó en vaca, sí, vaca, como suena.

            Y se ha acabado el espacio. El final se queda para la semana que viene...


3 comentarios:

  1. Este repaso que vas dando por el arte clásico y moderno me parece una buena elección, porque, al ser los comentarios breves y concisos, que se leen con facilidad y amenidad, nos permite conocer de manera agradable el lenguaje y la historia del arte, y nuestro interés por él puede ir creciendo día a día. ¡Enhorabuena!

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  2. Muy interesante, como siempre. No me perderé la continuación...

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  3. Muy interesante todo lo que expones.
    Entiendo que estos comentarios han de ser de carácter divulgativo, y que esto requiere un lenguaje ágil y desenfadado que los hacen más atractivos y entretenidos.
    No es lugar, quizás, de entrar en sutilezas. Estimo, no obstante que el éxtasis sexual humano no "se reduce a unas convulsiones y a una agradable sensación dedeseo satisfecho". Esto daría materia de hablar.
    Como también sería interesante entrar más a fondo en la relación de semejanza o ingualdad entre el éxtasis sexual y el místico.
    Pero estas cosas exceden el propósito de estos comentarios, ¿no?

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