lunes, 25 de octubre de 2010

71 / LAS ÁNGELAS DE GOYA


-------Nos encontramos en la iglesia de San Antonio de la Florida, en Madrid, a orillas del río Manzanares. Fue mandada construir por Carlos IV y su decoración se encargó al pintor real de entonces, Francisco de Goya. Se ve que tuvo libertad plena para hacer lo que plugo, porque en ella desplegó todo su genio. Dicho con otras palabras, hizo lo que le vino en gana.
----------En primer lugar, subvirtió el orden rigurosamente mantenido por el arte hasta entonces: colocó la escena terrenal en lo más alto, en la cúpula, y las escenas celestiales y angélicas por debajo de aquélla, en los arcos y en los lunetos. De poco le sirvieron las enseñanzas del Greco, de Rubens o de Lucca Giordano, ya que el pintor aragonés –poco dado por otra parte al arte religioso- se propuso dejar en estas paredes y bóvedas lo mejor de sí mismo y de su peculiar forma de pintar.
----------En la cúpula se representa el milagro de San Antonio de Padua, natural de Lisboa, a cuyo padre acusaron de un crimen. San Antonio, que por entonces estaba en Padua, apareció al instante en la capital lusa y condujo al tribunal de justicia hasta el cementerio donde, tras la exhumación del cadáver de la víctima, preguntó a éste, así a bocajarro, si su asesino había sido su acusado padre. El muerto, naturalmente, lo negó y el padre quedó en libertad. Como se puede ver en la escena de arriba, una multitud de vagabundos, ciegos, mujeres y niños tomados del pueblo asiste a la escena con curiosidad. El pintor rodea la cúpula con una barandilla de estilo popular pintada, sobre la que se apoyan varios personajes y hasta un niño se atreve a subirse a ella para ver mejor. Este detalle aumenta el efecto de engaño óptico o trampantojo, pues casi llegamos a creernos que la baranda es de verdad.
----------Por otra parte, lo de las ángelas alude a que, en esta iglesia, Goya lleva su atrevimiento hasta el límite en su época. Pinta a todos los ángeles con cuerpo femenino, cosa inaudita hasta entonces -tal vez por la imposibilidad de poder representarlos desnudos o semidesnudos. El pintor ve a estas ángelas como a jóvenes lozanas de mejillas sonrosadas, con trajes estilo imperio y altos escotes estilo Josefina, que resaltan mucho el pecho. Sus formas son generosas y abundantes y lucen largas melenas rubias recogidas con pañuelos de colores. Chicas extraídas del pueblo, vaya, con cuerpos rebosantes y con alas.
----------Esto en cuanto a la libertad temática. En cuanto a la libertad pictórica y de pincelada, baste como muestra este personaje que aparece en la foto pequeña, resuelto con un estilo claramente expresionista, siglo y medio antes del Expresionismo alemán.
----------Pero, ¿por qué hay en Madrid dos ermitas de San Antonio exactamente iguales y pegadas la una a la otra? Pues porque las pinturas goyescas se estaban estropeando con el humo de las velas y la afluencia de gente. Entonces se pensó construir junto a ella una gemela para el culto y dejar la original sólo como museo.
----------Y fue, sin duda, una buena idea...

viernes, 8 de octubre de 2010

70 / MIS BAÑOS TURCOS




Muchas veces me he preguntado de dónde me pudo surgir esa manía de trabajar en series temáticas. En cada serie pictórica -que en ocasiones podía ocuparme varios años-, he realizado una amplia cantidad de obras, todas sobre el mismo tema pero todas diferentes. De esta forma trabajé las series La ciudad sumergida, Sobre meninas, El vuelo de Ícaro, Mis almuerzos con Cézanne o la última -y tal vez la más entrañable-, que llamé Baños turcos. Todas ellas conforman el corpus esencial de mi trabajo artístico de muchos años...

----------Hice cuadros de dos metros y cuadros de tamaño mediano, sobre tela y sobre papel. Todos estaban trabajados con acrílicos y polvo de mármol y en todos ellos la arquitectura jugaba un papel secundario pero importante. Aquí y allá se veían cuerpos de hombres con la típica toalla a rayas rojas cogida a la cintura; unos sentados junto a un grifo haciendo sus abluciones y otros medio sumergidos en la piscina, solos o hablando con alguien. Pero lo importante era el ambiente. Por doquier una atmósfera de vapor debido al agua caliente que lo envolvía todo y difuminaba los contornos. Cubos por todas partes para echarse agua fría sobre el cuerpo, bancos de obra para sentarse. Y un denominador común: la suciedad que se percibía por los rincones, una suciedad húmeda y pegajosa. Una suciedad que, en ocasiones, convertía los cuerpos de los bañistas en sólo siluetas.

----------Y la luz entrando por las ventanas altas, iluminando unas zonas y creando los correspondientes contraluces en otras. Vapor y polvo, ambiente indeterminado, contrastes de color y de textura sobre el lienzo de lino virgen.

Fue una buena experiencia. Trabajaba sobre el suelo, sin dibujo previo, arrastrando la marmolina mezclada con látex usando maderas, espátulas o la misma mano. Todo valía. Luego, dejar tiempo para el secado y, posteriormente, veladuras y más veladuras para conseguir los tonos apropiados. Las figuras y los colores –ocres, violetas y negros- iban tomando forma e interactuaban unos con otros, creando luz y volumen.

----------Aún conservo algunos cuadros de gran tamaño. Pero, sobre todo, guardo la sensación increíble de ver cómo las obras se iban haciendo, paso a paso, ante mis propios ojos...

sábado, 2 de octubre de 2010

69 / CHRISTINE’S WORLD


----------Hay cuadros que, sin saber por qué, nos atraen y, aún más, nos fascinan. Este es, siempre según mi opinión, uno de ellos. La verdad es que no sabemos el motivo de esta atracción imprecisa, porque la obra no representa nada especial, ni catástrofes, ni tragedias, ni ningún hecho extraordinario: todo está dentro de lo rutinario, aparentemente.
----------Los escasos elementos que aparecen en El mundo de Christine (Museum of Modern Art, N. Y.), obra pintada por el norteamericano Andrew Wyeth, están extraídos de la América profunda, la de los pequeños pueblos donde la vida transcurre plácidamente y se vive en comunión con la naturaleza: las casas de madera de dos plantas, aisladas y rodeadas de terreno de cultivos o de prado, los pajares cercanos, los animales domésticos por alrededor; un mundo idílico en el que el hoy es siempre igual al ayer y al mañana.
----------Christine es una muchacha de unos 18 ó 20 años que está sentada sobre la hierba, mirando el sendero que va hacia la casa, que apenas se vislumbra a la derecha de la composición. Parece flotar en un mar vegetal con escasos toques de flores que ocupa la mayor parte del cuadro. Si fijamos nuestra atención en el suelo, percibimos el detalle con el que está pintado el sembrado. Nada hay que resalte sobre el resto, pero tampoco se trata de una repetición inexpresiva. Los tallos medio secos, normalmente dibujados arañando con el mango del pincel sobre la témpera recién aplicada, forman parte de un mundo compacto y a la vez diferenciado. Sólo el toque luminoso destaca una ladera por encima del resto del terreno.
----------La joven se apoya, parece que con esfuerzo, en sus dos manos que apenas la sostienen, pues sus brazos son demasiado delgados. Tiene el negro pelo medio suelto, con un moño descuidado y la brisa le agita el flequillo. Lleva un vestido tipo bata sujeta a la cintura por una fina correa de cuero. Curiosamente, los pies reposan como inertes sobre el suelo. Hay algo extraño en esa estructura corporal... ¿Qué está pasando?
----------Se trata de la vecina poliomielítica de los Wyeth. Normalmente va en silla de ruedas –de ahí esa sensación de que las piernas están inertes- y nadie se explica cómo ha llegado hasta aquí, tan lejos de la granja que es su mundo. Pero lo que sí sabemos es que nunca conseguirá llegar arrastrándose hasta la casa, si alguien no la ayuda...
----------Muchos años más tarde, el mismo Wyett pintó un retrato a Christine, ya de mayor, y gracias a él podemos ver su rostro de rasgos fuertes y con un cierto aire de india piel roja...